[35] Plan maestro

4.6K 514 129
                                    

Paso la mirada de mi madre a mi padre, unas cuantas veces. Mi entrecejo se frunce. Por más que no esté de acuerdo con esto, ellos están sentados en las sillas de la cocina mirándose entre sí, y al rededor, evitando mis ojos y mi mirada de acusación. ¿Por qué la mirada de acusación?

PORQUE ELLOS TIENEN LA MALDITA CULPA.

Eran pasadas las siete, lo cual significaba que el sol se estaba escondiendo. Lo cual significaba que las calles se estaban volviendo más oscuras. Lo cual significaba que los mafiosos ladrones salían a la calle. Lo cual significaba que mi hermano, donde sea que estuviese, estaría solo en la oscuridad, rodeado de mafiosos.

Ya, debo dejar de darle vueltas a eso.

—Ya debe estar por llegar —dice Papá, mirando su reloj.

Le echo una mirada a Oliver, a mi lado. Él se ha quedado conmigo cuando llamé a mis padres para que tomaran cartas más serias en la situación. Me preguntó si prefería que se fuera, pero inmediatamente respondí que no. No quería estar a solas con mis padres nunca más.

Papá había llamado a un "policía encubierto" (o al menos así lo había llamado), en ves de a la policía real. Dijo que este Agente iba a tomarse las cosas más enserio, que era un "amigo", pero yo tenía la ligera sospecha de que, si salía a la luz que su hijo había desaparecido, le costaría gran parte de su perfecta reputación de empresario.

A las 7 en punto, alguien toca el timbre de mi casa.

Abro la puerta.

—Buenas tardes, soy el Agente P —dice un hombre robusto, vestido de traje y con unos anteojos negros. Casi parecía mafioso de película.

—¿Agente P? ¿Como Perry el ornitorrinco? —pregunto, soltando una risita nerviosa. Ante la confusión del hombre me pongo a tararear la canción. 

—Ya, Louisa —dice mi padre apareciendo por detras mío. Estrecha la mano del hombre, mirándolo como diciendo "disculpe a mi hija, siempre fue media tontita".

—Señor Marshall —saluda el hombre.

Entra a mi departamento, y se pone en acción de inmediato. Comienza a hacerles preguntas a mis padres, a tomar nuestras declaraciones. Oliver se limita a escuchar atentamente desde una esquina de la habitación.

—¿Entonces dicen que Dominic Marshall no lleva su celular ni ningun aretefacto de comunicación con él? —dice el hombre, casi incrédulo. Mi madre asiente, con pesadez—. Ya, bien. Desapareció cerca de las cinco de la tarde, en el barrio privado del Oeste, solamente llevándose consigo... —dejando la frase en el aire para que mama finalice.

—Según lo que revisé en su habitación, sólo tomó una gorra roja antes de partir. Y algo de dinero —responde mi madre.

—¿Cuánto dinero, exactamente? —presionó el Agente.

—Unos... ¿veinte billetes? ¿poco más, poco menos?

Agité las manos con exasperación.

—¿Me puede decir de qué mierda sirve esto? Mi hermano está allá fuera y usted aquí dentro haciendo preguntas inútiles...

—Es parte del proceso. Hay que saber dónde buscar —responde el hombre, como si explicara la receta de una torta.

—Esto es en vano. Mi hermano aparecerá cuando quiera aparecer, no lo encontraremos a menos que se entregue.

El Agente volvió la mirada a mi madre.

—¿Hubo recientes problemas familiares que causaran la huida del niño? —preguntó.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora