[28] La misteriosa chica loca que allana casas

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Me asomo por la ventana. Okey, no hay nadie.

El plan era sencillo. Entro por la ventana, corro hacia la cocina, tomo mis llaves y mi valija —que por suerte armé antes de irme a la cena—, y me voy de nuevo por la ventana. El taxi me estaba esperando en la puerta.

Pero bueno, mi segundo nombre es mala suerte.

Abro la ventana lateral de la casa, y entro con cuidado. Uf, en este momento me siento como una espía secreta de la CIA o el FBI. Solo que bueno, sin ningún armamento más que mi teléfono el mi bolsillo.

La casa seguía echa un asco por la estúpida fiesta de Dominic, que había montado anoche. Evité resbalarme con fluidos extraños, y avancé.

Caminé de puntitas hasta la cocina. Eran casi las 10 de la mañana. Recién venía de la casa de Oliver, y ya estaba deseando estar en mi casa, de una vez por todas. Anoche no había podido ir porque entre la pelea con mis padres me había dejado las llaves aquí, así que mi misión particular de hoy era recuperar todas mis cosas y marcharme sin tener que ver a nadie.

Por suerte mis padres dormían hasta tarde los sábados y y con más razón cuando llegaron cerca de las dos de la mañana de su viaje. Entro en la cocina con cuidado de no hacer ruido y...

—¡The Walking Dead es la mejor serie del mundo, la mejor serie del mundo! —chilla una voz.

—¡Cállate, Óscar, pájaro tonto! —susurré-grité. Me había olvidado por completo de él. ¿Cómo iba a cargar todo por la ventana?

Entonces, escucho los pasos de alguien bajando la escalera.

Sin pensarlo dos veces, me escondo detrás de la mesada en forma de isla de la cocina.

—¿Louisa? —susurra Dominic.

Salgo de mi escondite de un salto.

—¡Dominic! —digo, yendo a abrazarlo. Él se deja abrazar, algo confundido por la muestra de aprecio. Me da dos palmaditas en la espalda mientras yo giro los ojos—. ¿Cuándo fue la ultima vez que nos abrazamos? —pregunto.

—¿2007? ¿2008, tal vez? —responde. Yo me quedo mirando su mejilla, buscando indicios del golpe de mi padre anoche.

—¿Todo está bien? —susurro.

Él no responde. 

—Te ayudo a cargar las cosas al taxi antes de que nuestros padres despierten—dice, al cabo de un momento.

No insisto más en el tema. Primero porque necesito que esto sea rápido, y segundo porque no creo que mi hermano se sienta cómodo con la situación.

Yo salgo con la maleta, y Dominic con el loro esta vez por la puerta principal, que él se ocupa de abrir. Esquivo un par de vasos de cerveza, y metemos todo al taxi.

—Me levanté temprano para limpiar el desastre. Pero no voy muy bien, ¿eh? —dice él, mirando el desastre que aún permanece en el patio.

—Si pudiera quedarme te ayudaría, pero si ellos me ven aquí... Me odian, Dominic —digo, poniendo una mano en su hombro.

—Sí, lo sé. A mí también me odian.

—No te odian. O al menos no tanto como a mí —le digo—. Yo soy la mayor, por lo tanto la responsable. Soy la que estaba a cargo. Tú no eres más que...

—¿Un niño? —termina él, con expresión cansada.

La voz del taxista nos interrumpe.

—Señorita, discúlpeme el atrevimiento pero... ¿debería preocuparme por que usted esté allanando esta casa? Primero entra por la ventana, y ahora sale cargada de cosas...

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora