[25] Peter Hawkings

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«Peter Hawkings

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«Peter Hawkings... ¿De dónde me suena este tipo?»

Esa pregunta me ronda en la cabeza durante la mayoría de la charla del famoso escritor. Su cara me suena de algun lado, tanto como su nombre...

Pero me saco la duda en ese mismo momento.

—... De chico siempre quise ser escritor, asi que me inscribí en la facultad de Lengua y Literatura de la cuidad... —dice el hombre, cuando contaba un poco sobre su vida.

Y ahí me cae todo como balde de agua fría.

Peter Hawkings fue mi compañero de universidad. Ya lo recuerdo, era el chico calladito que se sentaba atrás de todo. ¡Incluso hicimos una historia juntos para un proyecto! No era el mejor trabajo de ninguno, pero en aquel entonces eramos tan novatos...

Y miren dónde estaba él. Sobre un escenario, dando una charla a las personas con mas importancia en libros del país, promocionando su tercer libro frente a los medios tras triunfar en Europa...

Y yo, trabajando en una librería.

Ambos comenzamos con el mismo sueño... Supongo que a algunos les va mejor que a otros.

Se me instaló un nudo en el estómago que hace bastante no llegaba por esta razón. Y la tan temida pregunta... ¿Qué he hecho con mi vida desde que salí de la universidad?

—Ya Lou, no es hora de cavilaciones absurdas —me dije, en voz alta, masajeándome la sien.

—¿Me decías algo? —preguntó la anciana junto a mí.

—Ah, no, lo siento.

Media hora después la charla da por finalizada y el autor comienza a firmar libros y recibir entrevistas a la vez que la comida comienza a llegar a los platos.

Cuando ponen la ensalada césar frente a mí, miro la fila de cubiertos con confusión.

—Se comienza de afuera hacia adentro —me dice Oliver, golpeandome con el codo.

—¿Eh? ¿Me como lo de afuera de la ensalada y luego lo de adentro? ¿Es la nueva moda de la gente elegante de comer? —le digo, mirándolo.

—Me refería a los cubiertos. Comienzas con los pequeños para la entrada, y para el plato principal los más grandes —responde él, como si fuera obvio.

Casi que como sin cubiertos en mi casa y aquí que andan con tres.

—Ah, sí, lo sabía. Es... obvio.

—Es increíble que estos jóvenes de hoy no sepan de modales —se mete la anciana.

—Abstenga sus comentarios, ¿bien? —espeté. No estaba de mi mejor humor.

—¿Así me hablas tú, maleducada?

—¿Así me habla usted?

—Louisa... —advierte Oliver.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora