[53] La decisión correcta

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Saco las cosas del placard, sólo las cosas que entran en las dos valijas que tengo para armar. Pienso que extrañaré un poco mi departamento, el balcón por el cual tenía una linda vista de la ciudad, la pequeña cocina, el placentero sentimiento de dormir en el living tirada en el sillón... Me llevaría el sillón, por su puesto. Pero no sería lo mismo.

El camión de mudanza ya había pasado, y había cargado mis pocos muebles en él. Ya estaban en camino a mi nueva ciudad, a unas horas de aquí. Solo quedaba quitar mis cosas, e irme para siempre.

Cuando mis dos valijas están llenas a rebosar, me animo a prender mi celular. Como esperaba, llamadas perdidas de mi hermano, y de Oliver. Le devuelvo la llamada a mi hermano, sosteniendo el teléfono entre el hombro y el oído, mientras me dirijo al ascensor con mis cosas.

El mismo ascensor en el que había besado a Oliver, sólo un par de semanas atrás.

—¿Lou? ¿Cómo va todo? —pregunta mi hermano del otro lado, cuando atiende el teléfono.

—Bien, ahora mismo estoy cerrando la casa —digo, y le doy dos vueltas a la llave en la cerradura.

—Mhm... —asiente él, desanimado.

Dominic era lo que más me dolía de mudarme. Era como dejar a un soldado atrás, abandonado e indefenso. Pero él no lo veía así, o al menos eso me dijo. Si bien estaba algo molesto, cuando le comenté el porqué, quedó sin palabras. Me abrazó -literal, me abrazó- y me dijo que no desaprovechara la oportunidad. Apuesto a que si él supiera manejar, me arrastraría él mismo a mi nueva vida.

—Pues, no te molesto más. Recuerda, apenas te instales te voy a visitar. Me muero por conocer el centro de Midton, ¡dicen que hay una tienda de cómics de coleccionistas espectacular! Si te encuentras la tienda, avísame y me voy corriendo.

—Ya, te voy a avisar. Pero no prometo nada. Es muy probable de que me olvide —respondo, girando los ojos.

—Uf, qué mala eres. Bueno, te dejo porque mamá me llama a ordenar mi habitación. ¡Adiós!

Después de cortar, me meto el teléfono el el bolsillo y aprieto el botón de planta baja. Cuando las puertas se cierran, intento no pensar demasiado. Lo que estoy haciendo está bien, es lo que siempre quise, ¿no?

Oliver me viene a la mente. No se por qué aparece por aquí tan seguido. Rememoro las últimas palabras que cruzamos, llenas de desprecio y confusión.

"—No entiendo. No entiendo nada de esto ¿Justo cuando puedes volver a trabajar quieres renunciar? —dice él, aún viendo los papeles que le había entregado, como si allí estuviese la verdadera causa.

—Me voy a mudar, Oliver. Jamás dejaría de trabajar aquí porque sí.

—¡¿Te mudas a dónde?! —inquiere él, con el tono exaltado.

—Midton —respondo, en voz baja.

—¿Midton? ¡¿A cuatro horas de aquí?! Pero... ¡¿desde cuándo?! ¿Por qué?! Uf, no entiendo nada.

Me quedo callada. Siento las manos temblando en mis bolsillos.

—Lo siento, Oliver. Ha sido una decisión dura, pero estoy segura de lo que quiero hacer. No puedo seguir viviendo aquí, donde tan mal me siento y tan bajo he caído.

—¿Así que es eso? ¿Por un simple capricho? —En serio no entiende nada, y su desesperación se me contagia.

Y claro que había algo más.

—¡No es un capricho! No lo entiendes. No eres tú el que tiraron de una escalera. No eres tú quien se pelea con sus padres. No eres tú el fracasado, que no puede hacer las cosas sin que la tomen enserio. No tengo por qué hablar esto contigo, y no puedes obligarme a quedarme tampoco.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora