[24] Madame Louisa

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—¿Dónde carajo estás, Oliver? —me pregunto, por lo bajo

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—¿Dónde carajo estás, Oliver? —me pregunto, por lo bajo.

El lugar era un gran salón de eventos, uno de los más sofisticados de la ciudad, donde la gente con dinero solía celebrar casamientos y fiestas. La entrada estaba decorada con una alfombra roja, en la cual a los costados se encontraban al menos cinco tipos con cámaras esperando la acción. Aún era temprano, así que todo estaba relativamente en paz.

—Louisa, aquí estoy.

Me giro y veo el auto de Oliver estacionado en la acera de enfrente. Veo a mi jefe acercarse a mí. Llevaba un traje demasiado elegante con una corbata roja. Todo en el destellaba "soy un millonario con poder".

Se acercó a mí, y me miró de arriba abajo.

—¿Entramos?

—Tu también te ves bien, gracias —digo, girando los ojos.

Él sonrió. Parecía estar de muy buen humor.

—Pensé que no eras del tipo que usa vestido —comenta.

—También lo pensé.

Uno de los tipos con cámaras se acercó a nosotros.

—Señor Hudson, ¿puedo hacerle una fotografía para mi revista?

—Claro —respondió Oliver. Me alejé un poco, lo último que quería era que mi poca aptitud fotogénica quedara plasmada en la revista de un tipo. Oliver me tomó el brazo—. Ven, tú también.

—¿Qué? No, gracias.

—Vamos, la acompañante también —dice el cámara.

Me acerco a Oliver a duras penas. Él rodea mi cintura con su brazo y ambos sonreímos para la foto. En ese momento, siento esa horrible sensación del estornudo.

No ahora, por favor.

Mi estornudo sale justo cuando el flash del tipo inunda mi visión.

—¡Listo, gracias! —dice el tipo, y se va.

—¡No, por favor! —digo, intentando detener al tipo.

—¿Qué pasa? —pregunta Oliver.

—¡La foto! ¡Salí estornudando! —me quejo.

—Louisa, si te preocupas por cada foto que te toman, pasarás la noche sufriendo —me dice él, dandome un tirón para que entremos.

Cierro los ojos con fuerza. Ya, no pasa nada. Seguro nadie compra su revista.

Por hijo de puta.

Pasamos por la alfombra roja, donde más fotos son tomadas. Veo llegar cada vez a más gente, y por suerte los cámaras no se fijan solo en nosotros.

El salón era inmensamente grande, con decoraciones, mesas largas con platos finos de comida y como tres tenedores y cuchillos por cada plato. ¿Quién era yo ahora, Madame Louisa? ¿Qué hacía una chica que come pollo con la mano ahí? Sentí el impulso de esconderme debajo de una mesa el resto de la noche. También más allá había un escenario, donde supuse aparecería el escritor.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora