[27] Castillo de princesa

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Papá desconecta la música, y grita por el micrófono

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Papá desconecta la música, y grita por el micrófono.

—¡TODOS FUERA DE MI CASA AHORA!

Le siguen una ola de abucheos, y los mas inteligente se van. Cuando Papá los apremia con otro grito mucho más feroz que no me gustaría repetir, en menos de diez segundos la casa queda vacía. Los únicos dentro somos Oliver Dominic y yo.

—¡¿Qué es todo esto?! —chilla mi madre, sin aliento al ver su casa sucia y destruída.

—Mamá y Papá, esto es totalmente mi culpa, no de Louisa, así que... —comienza Dominic, pero Papá lo interrumpe.

—¡A tu habitación!

Dominic se para derecho.

—No iré a ningún lado, voy a hacerme responsable de... —Pero la mano de mi padre se estampa en su mejilla, con un sonoro ruido.

Me tapo la boca con la mano, y las lágrimas comienzan a resbalarse por mi rostro. Voy a decir algo, tengo que hacerlo, pero me interrumpe la mano de Oliver en mi hombro.

—Mamá, yo tenía que ir a una charla por mi trabajo, y dejé a Dominic solo..., cuando llegué... —comienzo a explicar.

—Vete —dice Papá, en tono bajo pero amenazante. Le echa una mirada a Oliver.

—¿Qué...? Pero...

—¡VETE YA DE MI CASA! —grita, sin importarle la presencia de mi jefe.

Reptrocedo unos pasos, y la presión de la mano de Oliver en mi hombro se hace mas fuerte.

—Vámonos... —apremia él.

Obedezco, y dejo que me guíe hacia la puerta. Lo último que veo de la casa es a mi hermano sosteniéndose la mejilla con la mandíbula apretada, mirándome con ojos preocupados.

Cuando entro en el auto de Oliver, me pongo a llorar como bebé. Me quito los estúpidos tacones y pongo mis pies sobre el asiento, para hacerme una pelotita de sufrimiento.

—¿Te llevo a tu casa? —pregunta él, suavemente, cuando me he calmado un poco.

—Eso sería inútil, no tengo mis llaves. Están... ahí dentro, junto con mis cosas.

Tendría que haberme llevado mis cosas antes de que mis padres llegaran de su viaje a Londres... ¿ahora cómo se suponía que iba a recuperarlas sin verle la cara a nadie?

Oliver asiente, y pone en marcha el auto.

No tengo idea hacia dónde nos dirigimos, y tampoco lo pregunto. No quiero saberlo. En la radio suena una canción desconocida que me tranquiliza un poco. Oliver sube el volumen. Evito su mirada, desviando la mia hacia la ventanilla.

No quiero que lleguemos a ninguna parte. No quiero volver a pisar la realidad.

Pero eso es imposible, y casi ni cuenta me doy cuando Oliver apaga el motor, después de un rato.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora