[46] Oliver

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46.- OLIVER.

—Hola, Lou ¿cómo has estado?... Bueno, es una pregunta bastante estúpida... No sé por qué la gente la hace cuando alguien está destruido en una sala de hospital... Tampoco me refiero a que estés destruida, te ves muy bien... ¿te hiciste algo en el pelo? No, claro que no te hiciste nada, has estado aquí desde que te caíste de esa escalera... 

Suelto una risa por lo bajo. Oliver con verborragia es algo que no se ve todos los días.

—Oliver... está bien —lo interrumpo, como él ha hecho tantas veces conmigo.

—No, no está bien. Te lastimaste gravemente en mi establecimiento. Bajo mi responsabilidad. Es mi culpa, la escalera de seguro estaba floja o yo que sé. Fue un golpe grave, hasta podrías haber...

Respiro hondo.

—¿Muerto? —finalizo, mencionando lo que él no se ha atrevido.

Traga duro. Se acerca a la silla en la que hace unos momentos se sentaba Claudia.

Quiero decirle que no es su culpa, que Claudia es la causante. Que verla recién me causó tanto repudio... Pero no puedo hablar del tema, cada vez que lo intento un nudo invade me garganta impidiéndome decir una palabra.

—Te traje un regalo. Bueno, obviamente un regalo no va a arreglar todo esto, pero espero que al menos te guste.

Él extiende una caja grande y la coloca sobre la cama, a mi lado. Estiro mi mano izquierda para abrirla, pero es inútil. No soy lo suficientemente coordinada como para romper la cinta con una sola mano y menos mi mano menos hábil, y como no, envendada.

—Oh, déjame ayudarte.

Oliver se inclina un poco, y toma mi mano para depositarla suavemente sobre las sábanas. Seguido, rompe la cinta por mí. Acerca un poco más la caja, para que yo espíe el interior.

Mi mandíbula cae al suelo. Oliver comienza a sacar los libros de dentro de la caja y esparcirlos a mi alrededor, hay al menos diez de diferentes tamaños y ediciones.

—Oh, Dios, ¡son los libros nuevos! —digo, admirando los títulos. ¡No había leído ninguno de ellos, y hacía meses que los esperaba! Oliver siempre anotaba los libros que yo le decía para traerlos exclusivamente a su librería, ¿y ahora me los estaba regalando?

—Sabía que querías leerlos, y supongo que ahora tendrás mucho tiempo...

—Gracias. Enserio, gracias. ¡Ay Dios, nunca me habían regalado tantos libros! —Tomo el más cercano a mí. Inhalo el olor a libro nuevo. Él esboza una pequeña sonrisa.

—Me alegro que te hayan gustado. De verdad, no sabía si ibas a sacarme de aquí de una patada cuando apareciera por tu puerta.

—¡Claro que me han gustado! —digo, emocionada—. Si me regalas libros, mi corazón automáticamente te pertenece.

Mido mis palabras unos segundos después de decirlas. Al parecer Oliver es más rápido porque sonríe de costado, ahora con una expresión pícara en el rostro.

—Ajá—musita, alzando una ceja.

—Yo me refería a...

—A que me amas, lo sé. Woah, tendrían que haberme dicho que regalando libros enamoraba a las chicas cuando estaba en la secundaria.

Ahora yo rio, liberando tensión acumulada.

—Eh, que no funciona con todas. Yo soy única y especial.

Oliver sonríe, y baja la mirada a sus manos. Yo, en cambio, no despego mis ojos de los suyos. Tan verdes, tan marrones al mismo tiempo, adornados de largas pestañas oscuras...

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora