[8] Vagabunda.

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—Te juro que yo no lo

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—Te juro que yo no lo...

—Louisa, deja de repetir eso.

—Es lo único que puedo decir —sollozo—. Y que Karla me inculpó. Estoy más que segura.

—Te lo repito, esa es una acusación grave, ya que no tienes ninguna prueba.

—¡Si las tengo! Bueno... No. Solo sé que me odia —Me trago mis mocos. Diugh, soy un asco.

La familiar oficina de Oliver me rodea. Me encuentro parada frente a él, en medio de la estancia. Él suspira, y me mira directo a los ojos. Todo en él destalla frialidad.

—Louisa, mañana no te molestes en volver a esta librería. Ni mañana ni nunca más.

Mi corazón se detuvo durante un nanosegundo que se sintió como una década. Mi boca se abrió, pero no fui capaz de articular palabra alguna.

—¡¿QUÉ?! —chille al fin, cuando mis cuerdas vocales reaccionaron—. ¡¿Estás despidiéndome?!

—Precisamente —responde.

—¡N-No puedes hacer eso! —balbuceé. Ya ni me quedaba nada de cordura.

—Sí que puedo, soy tu jefe.

—¡Revisa las cámaras de vigilancia! ¡Eso es! ¡Verás que yo no hice nada! ¡Por favor...! —Lo tomé de los hombros sin pensarlo.

—Louisa, llamaré a la policía si no me sueltas ya mismo y te largas.

Lo solté, mirándolo directo a sus ojos enmarcados en sus gafas negras.

—Oliver...

—Lárgate.

Me di media vuelta y tomé el pomo de la puerta.

—Ah, y Louisa... —me llamó él.

—¿Sí? —respondí esperanzada.

—No olvides las cosas de tu locker. No vaya a ser que también encontremos más artículos robados allí.

Cerré de un portazo, y atravesé de nuevo la librería, con la mirada gacha. Desde hacía al menos 4 años que no caminaba por aquí sin ser del personal. Miré a la gente comprando libros, y ví a mi antigua yo, de dieciséis años, mirando entre los libreros y estantes. Me dio una punzada en el pecho.

—¿Puedes explicarme qué está pasando? —me interrumpió Claudia, cuando ya estaba sacando mis cosas con pesadez de mi locker.

—Me despidieron —dije, echándome la campera al hombro. Ella abrió los ojos como platos, pero no le dio tiempo a decir nada más porque me di vuelta y salí de la librería.

La librería Hudson había sido quien me había proporcionado la oportunidad de estudiar esa carrera que tanto quería y que tanto luché por obtener. Si bien nunca pude ser esa escritora que soñaba, trabajar allí me encantaba. Ahora me sentía como una vagabunda.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora