V e i n t i n u e v e

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Capítulo dedicado a Camichuuuuus (Camila Martinez) *-* Muchas felicidades Camichu por tu cumpleaños. Querida meah, eres la mejor. Gracias por soportar nuestro bullying jejejej Laf para tú.


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Volvimos a casa después de que Felix respondiera una llamada de su madre diciendo que estaban todos muy preocupados por no haber llegado. Como es costumbre de tía Michi, por poco llama a la policía, el FBI, la CIA y, si es que cabía la remota idea de su existencia en estos tiempos, al mismísimo Sherlock Holmes para encontrarnos. También nos regañó por no avisar dónde estábamos; dijo que especularon sobre nuestra escapa a algún hotel o algo por el estilo, y le preguntó a su hijo si necesitábamos más intimidad en la casa, tener nuestro espacio. ¡Un caos tremendo! Uno que hubiera deseado no atravesar, mucho menos escuchar desde el celular de Felix.

Cuando cortó la llamada, aburrido de tanta cháchara, se quedó otro par de segundos en silencio, mirando la carretera y el cielo oscuro de la noche.

—¿No deberíamos irnos ya?

Se aferró a la reja.

—Deberíamos —pronunció en un suspiro muy camuflado—. Y deberíamos volver aquí.

—Ya entiendo, te quedó gustando la idea de gritarle cosas a los autos.

No lo culpé; la sensación de libertad es adictiva. Es decirles adiós a todos los problemas, olvidarte de quién eres. Te sientes como una pluma que se va elevando con el viento, meciéndote lento y con delicadeza, hasta que estalla y ¡paf! La delicadeza se convierte en un atrevimiento que hasta el más callado y tímido no puede resistir.

Una vez cruzamos el umbral de la puerta principal en casa —a eso de las 2:00 am.—, otro discurso para chicos rebeldes e inconscientes dilató mis ansias de lanzarme a la cama y dormir.

Subí a mi habitación arrastrando mis pies, procurando no emitir ruido alguno que despertase a Carlotte. Pobre de aquel individuo despistado e inconsciente que despertase a la pequeña, pues recibiría nuestro odio y nuestras advertencias constantes sobre la importancia de ser cuidadosamente silencioso. Cosa seria, todos nos lo tomamos muy enserio.

Una mañana del sábado, los sujetos que recogen la basura creyeron que su camión era un escenario donde tocaban heavy metal. El bajo de las canciones causaba que las ventanas de las casas retumbaran y se movieran como si el mismísimo T-Rex, de Jurassic Park, estuviese caminando por la calle. La guitarra con notas chocando entre sí y los gritos guturales no solo espantaron a Carlotte, sino a todos los residentes de las casas vecinas que dormían o desayunaban tranquilamente. Nuestra pequeña Carlotte chillaba peor que la misma canción. Todos salimos en pijama a reclamarles, excepto papá, quien dijo que parecíamos simios junto a la camioneta esperando que nos tiraran plátanos. Tío Chase y tía Michi se volvieron locos defendiendo la pasividad de un sábado por la mañana exigiendo que para la próxima ocasión no colocaran la música tan alta. Pero no hubo próxima vez, después de estar una semana con las bolsas de basura acumulada, otros trabajadores comenzaron a pasar. Creo que fue la vecina a dos casas de la nuestra quien se hartó de las moscas y decidió tomar cartas en el asunto. Por lo que todos conocíamos perfectamente la consecuencia de despertar a la pequeña Frederick.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora