C u a r e n t a y c u a t r o

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—Hola, Lena. Sé que ha pasado un millón de años desde que no venía, y no busco excusar el tenerte tan abandonada, pero he estado algo ocupada. No entiendo en qué momento mi vida se convirtió en una locura, mucho peor que cuando llegué a la ciudad. Es extraño cómo una decisión pequeña, un pensamiento, un gesto o un hecho puede traer consigo una consecuencia tan gigante. Y tantos problemas. Como lo que ocurrió contigo; solo fue un golpe y eso significó no verte despierta nunca más.

»Okey, no te daré la lata con discursos emotivos y mis divagues, aunque siempre los soportas pero... antes de que me echen por chillar como una loca, debo darte una noticia: estoy saliendo con alguien. Sí, lo estoy. ¿Puedes creerlo? No te diré quién es porque me matarás, solo te diré que es... ¿Lena? ¡Lena...! No, por favor...»

Inspiré hondo ante el recuerdo de la última vez que vi a Lena.

Después de aquel día nada fue igual.

Frente a su tumba podía sentir el pitido que le daba la bienvenida a su muerte. Me quedé estática, gritando su nombre hasta que mi garganta no pudo hablar. Una enfermera me sacó del lugar y mirando la puerta blanca junto a los padres de Lena, esperé que todo fuera una pesadilla.

Ya a varios años desde aquel fatídico momento, las imágenes se repetían inevitablemente en mi cabeza cada vez que miraba su lápida. Y para no perder la costumbre, continuaba hablándole con normalidad, como si no hubiese sido testigo de su muerte.

—Hola, Lena. ¿Sabes? Creo que cambiaré mi saludo porque ese «hola» ya está demasiado trillado. ¿Qué tal un «qué onda»? O mejor un «se pronostica un enorme aluvión de saludos para Lena, llamado Floyd». Eso suena mejor, ¿no crees? Ah, da igual, solo vengo a ponerte al día de mis nefastos y raros días. Han pasado muuuuchas cosas que no creerías, tampoco mi yo de hace tres años. Y últimamente las cosas se ponen peor y más ridículas. No me creerás, ¡pero conocí a Syna! También tuve que fingir ser la novia de un... de alguien idiotizado. Me senté en la cornisa del hospital de noche y entendí que el gallinero jamás cambiará. No te lo he dicho, me gusta un chico. Es un chico especial, no como los otros. Tú y él se parecen un poco en la personalidad. Tiene la habilidad de revolucionar mi mundo con un par de palabras y gestos, pero es un bipolar en ocasiones. Estoy intentado entenderlo, y entenderme, porque él me hace sentir cosas extrañas. Es mi cómplice y el motivo de mi idiotez. Cielos, sé que digo lo mismo siempre con todos los chicos, pero esto es diferente. Con él algo en mí me impulsa a explorar más allá, como si quisiera despojarme de mi yo inocente. ¿Recuerdas que en las caricaturas el bien y el mal le susurraban cosas al oído al personaje? Pues es algo similar. Su nombre es Felix, mi amigo de la infancia. Suena bastante cliché, ¿verdad? Hay cosas que se salen de mi control, esta es una de ellas.

Un «Floyd» alargado se oyó en la distancia. Era Megura, a varios metros de donde me encontraba, agitando sus manos. Le grité que ya iba y regresé a la lápida con el nombre de quien fue mi mejor amiga.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora