C u a r e n t a y d o s

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#VeanElTrailer *-*


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«¿Puedo besarte?»

Dos palabras que parecían tan difíciles de pronunciar, las sentía atoradas en mi garganta. Me ahogaban pidiendo escapar de aquel túnel obstruido por el miedo al rechazo, o quizá a lo que podría avecinarse después. Apretaban mis conductos respiratorios obligándome a que se oyeran entre los susurros que el aire nos envolvía hasta llegar a él; la persona por la que comenzaba a sentir una y mil sensaciones al mismo tiempo. Era extraño, casi doloroso, aunque adictivo.

Lo besé en el silencio de la noche. Lo besé teniendo de testigo solo las estrellas. Lo besé porque me agradaba lo que nuestros cuerpos transmitían estando cerca. Lo besé porque quería tenerlo así para siempre.

Pero solo en mi incorrupta imaginación, porque el anhelo se veía fracturado siempre. Supongo que el orgullo o el miedo a lo que pasaría luego hundieron mis agallas. Podía tenerlo en la vida real, sin embargo, prefería tenerlo en mis pensamientos. No era muy diferente a él, que limitado por el miedo se aislaba de los demás con su indiferencia.

Las razones quedaban en nada mientras el deseo se acallaba.

—Es una noche fresca —dijo—, será mejor volver dentro.

Rezongué atajando su brazo antes que moviera un dedo.

—Quedémonos acá un rato más... Mira, hasta parece que estuviésemos en la pasarela —le indiqué con la cabeza—. Solo faltan los helados.

Meditó un momento mi propuesta y volvió a acomodarse. Me pregunté si sentía frío en esa bata y la voz de las gemelas invadió mis pensamientos diciendo: «tú puedes abrigarlo». Cerré mis ojos y sacudí la cabeza disipando cada pensamiento con doble sentido.

—¿Qué te regalaron?

—¿Los chicos? No mucho, trajeron una torta, serpentina y globos que lanzaron en mi cara. Creí que ese gesto era obra tuya.

—Lamento no estar para la sorpresa.

—¿Sorpresa? Fueron tan evidentes que ya me hacía una idea de qué planeaban al otro lado de la puerta.

También podía imaginarme qué escándalo tendrían en el pasillo el club, suerte para todos que el gallinero no se presentó, porque de lo contrario... Seguro todos hubiesen sido vetados del hospital.

—Supongo que fingiste sorpresa, ¿verdad? —Se encogió de hombros—. ¡Espera! Jamás he visto tu cara de sorpresa, incluso si es una fingida.

—Y jamás la verás.

Me mordí los labios juntando agallas y besé su mejilla. Se quedó quieto mirando hacia la ciudad. Ni siquiera abrió sus ojos aturdido, sino que permaneció con su (in)expresión de siempre. Llevó su mano a la zona que besé y allí la mantuvo durante dos segundos.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora