T r e i n t a y s e i s

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La pregunta sobre a qué se refería específicamente llegó luego. No podía faltar, la curiosidad superaba siempre mi preferencia por guardar silencio. Debía hacerle honor a mi característica innata y por la que mi querido padre optó por apodarme Hurón.

Necesitaba resolver las mil y una dudas acerca de su parecido, qué pasaba entre ambos. La pregunta no estaba para nada aclarada, supuse que Felix tampoco me diría más. No es el tipo de personas que resuelve dudas, sino alguien que las inicia.

Una muestra más de lo incompatible que éramos.

Si hablábamos de Loo... bueno, con ella sí tenía todas las letras de compatible con él, apartando el hecho que ella era el terror de los pasillos, junto a Fredd.

Descarté la idea de una enfermedad; con los puñetazos y las persecuciones que en ocasiones la vi realizar, no podía estar enferma.

Pero entonces, ¿de dónde se conocían?

La cabeza se me hacía un tornado de preguntas y posibles respuestas, como siempre solía pasar cada vez que Felix me dejaba con la intriga. Y no solo ese tipo de intriga. La Floyd curiosa necesitaba descifrar el tipo de mirada que el inexpresivo chico formó en su rostro cuando respondió a la tercera pregunta.

¿Qué quería decir eso?

Okey, okey. Tal vez actuaba muy paranoica, como esas parejas celosas que se alteraban hasta por los compañeros de curso de sus novios. Felix y yo no éramos nada de eso. Ni siquiera llegábamos al estatus de amistad, porque Felix no demostraba mucho, en ocasiones salía con cosas que estremecían mi pobre corazón de adolescente con hormonas alborotadas, pero más allá no. De hecho, la mayor parte del tiempo actuaba como si me despreciara.

¿Quién dijo que las mujeres son las bipolares? El Poste con patas era el ejemplo perfecto para respaldar nuestro argumento en contra.

Entonces, de camino a casa, lo medité seriamente: necesitaba algo que hiciera clic en Felix para que dejase de actuar de manera desdeñosa, para confirmar que realmente yo le gustaba, para aclarar mi dilema con Loo. Y como la creatividad no siempre fue mi fuerte, ni lo es ahora, decidí seguir el camino fácil: preguntarles a mis amigas.

—¿Sacarle celos a alguien? —preguntó Eli, tamborileando su lápiz con el que pretendía responder las preguntas a un cuestionario de su electivo.

—¿A quién le quieres acelerar el corazón de rabia, Hurón? —siguió Fabiola, meneando sus cejas de arriba abajo.

«A nadie», pretendí decir.

Mal, si llegaba a responder tal mentira sería descubierta por mi flamante ataque de hipo.

—A una persona.

—A Frederick —concluyó Nora, con el mismo rostro sugerente de su gemela.

Me sonrojé haciéndome un ovillo dentro de mi asiento.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora