C i n c u e n t a y t r e s

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El helado se derretía por mis dedos temblorosos

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El helado se derretía por mis dedos temblorosos. Ese instante tan corto en que la felicidad merodeaba se marchó para darle paso a la colisión de realidad no deseada. A todos nos gusta escapar de la realidad, en mi caso también constaba de ello. ¿Por qué debía recordarlo ahora? Entendía que, mientras más alto el vuelo más dolorosa la caída, pero yo quería seguir volando incluso si la caída no dolía, mataba.

—Finjamos que todo está bien una vez más —supliqué, apretando con fuerza el cono de mi helado y llegar a romperlo—. Sigamos olvidando el problema, al menos hasta que la lista esté hecha. Hemos avanzado tanto, por favor, no seamos realistas ahora. Por favor, Felix... por favor.

El chico ante mis ojos me miró como un animal lastimado, compasivo de mis palabras y meditativo sabiendo el costo de su decisión. Gesticuló un «bien» que no se oyó, volvió a hacer de la baranda su sustento y, por unos cinco segundos, se quedó contemplando la carretera.

—Bien —dijo esta vez en voz alta, más audible.

—¡Gracias, eres el mejor! —exclamé queriendo abrazarlo, pero él huyó de mis manos pegajosas haciéndose a un lado—. Tal vez no viajaremos físicamente al Caribe, pero podemos hacer un mejor trabajo —lo animé con la barbilla temblando—. No sé... podemos ir a la playa o... o llevar cócteles caros y hacer como que tomamos en un bar. No vas a arrepentirte.

Apoyó su cabeza en su mano y una sonrisa surcó sus labios. Yo quería llorar, eso él lo sabía bien.

—Ven aquí. —Extendió sus brazos permitiendo ahogar mis penas en él, reconfortándome indiferente a su anterior rechazo, pero arrepentido por hacerlo. Estallando en sollozos imposibles de contener, me abalancé hacia Felix. Mi garganta obstruida no dejaba que formulara alguna palabra sin que doliera—. Eres tan sensible, pero no puedo verte así. ¿Qué haré contigo, eh? ¿Cómo puedo negarme a ti?

No podía, Felix nunca lo hacía.



Con el inicio del verano llegó su festival. Por todas las calles se veían carros alegóricos que comenzaban a tener formas de playas y castillos de arena, figuras de personas en traje de baño, películas, series y referencias al mar y el sol. Era un simulacro del verano, y todos en la ciudad les encantaban pasar la semana del festival cerca de la playa, con sus bailes, canciones, bandas invitadas, vestidos de blanco viendo la función de fuegos artificiales al final de la semana.

Nuestra ciudad era símbolo de buena vida, por lo que muchos turistas venían a pasarla bien durante el festival. Cuando llegó el día de la inauguración, no nos sorprendió encontrar a extranjeros viendo el desfile de los carros alegóricos. Dentro de toda la conmoción y la música que salía por los parlantes gigantes instalados por todo el sector del desfile de carros, el sentimiento de estar perdida se alojó en mis pensamientos. Por suerte, entre todo el gentío, logré divisar al gallinero.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora