Especial Navideño 🎄

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¡FELIX NAVIDAD! Espero que la hayan pasado muuuuuy bien en este día tan especial :D Este será el querido especial navideño y también un pequeño especial por los 8M de lecturas. ¡Muchísimas gracias! Que tengan un excelente año, mis niños. 

ALERTA DE SPOILER: no leas esto si no has leído toda la historia :D

ALERTA DE SPOILER: no leas esto si no has leído toda la historia :D

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PERDIDOS


Si hubiese tenido que ponerle un apodo de insecto a Floyd McFly, definitivamente sería pulga. Si hago memoria al tiempo en que vivimos en Los Ángeles, diría que su denigrante apodo calza perfecto; Floyd vivía saltando de un lado a otro causando desastres, y por supuesto, fastidiándome a mí: la victima de todas sus travesuras. No existía día en que su inquieta personalidad y armoniosa perspectiva de vida se ocultara, a menos que le pasara algo malo... aunque generalmente sus desánimos duraban minutos.

Pero, hubo una excepción.

La pulga molestosa, hiperactiva y traviesa llegó una tarde a nuestra casa. No supe bien qué pasaba porque era un niño y, siendo que mi maltratadora amiga de infancia era la afectada, poco me importó al principio. Sus padres murmuraban cosas a los míos, mamá puso cara de horror y papá se puso pálido. Los «es terrible» y «lo siento tanto» volaban por la sala y luego llegaron las miradas piadosas de mis padres hacia la pulga fastidiosa que estaba quieta en el sofá frente al televisor apagado, mirando sus pies con las coletas de su peinado cayendo sobre sus hombros.

Mi lucha por quedarme en mi sitio leyendo se rindió tras unos segundos de incomprensión. Me sentí tan anexo del mundo y necesitaba sentirme parte de él. No era el mejor haciendo amistades, siempre fui un grado más maduro que el resto de los niños, más alto, más serio... No le caía en gracia a los de mi edad. Solo con Floyd a mi lado podía congeniar con los chicos, teníamos algo en común, y aunque odiaba su forma de ser, tenía que confesar que admiraba su peculiar forma de agradarle a todos e incluirlos a todos.

Me deslicé con el libro en mis manos hacia un costado del sofá y miré su perfil. Esperaba que ella dijera algo primero, como siempre, pero no fue así.

Tuve que reunir más agallas.

—¿Qué pasó? —le pregunté con un dejo de indiferencia.

Ella ni siquiera se motivó a voltear o alzar su cabeza cuando respondió:

—Estoy enferma.

—¿De resfrío?

—No, de aquí. —Su dedo señaló mi pecho.

No entendí al principio, tuve que asociarlo a alguna decepción amorosa porque en las películas y series que mamá veía, siempre las personas se agarraban el pecho. No sabía que en realidad me equivocaba bastante.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora