56. Amor ciego

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"Voy a necesitar un descanso si es que planeas seguir con esto..." Musité por lo bajo, volviendo a cerrar mis ojos al notar la cálida lengua de Gerard acariciar la sensible piel bajo mi ombligo. Tiré un poco de las cuerdas que amarraban mis muñecas al cabezal de la cama y alcé la cadera al notar la placentera sensación una vez más, ojeando como mi acompañante estimula mi sexo con sus húmedos labios. Sentí algo de dolor, no me había dado cuenta antes pero tenía la piel alrededor de las muñecas gastada y roja por la irritación de la fricción contra las cuerdas.

"Estoy pensando en dejarte atado así todo el día..." murmuró en voz baja, deslizando sus uñas por mis piernas para remarcar las huellas que sus dientes dejaron allí anteriormente.

"Es tarde, deberíamos levantarnos ya." Gruñí con desgana, imaginé que Mikey estaría cabreadísimo viendo la tele ahora mismo, llevo escuchando el canal de la tele-tienda por lo menos tres horas.

"Nos hemos levantado temprano hoy." Frunció el ceño, ignorando mi molesta mueca.

"Poner la alarma a las siete de la mañana para tener sexo conmigo por seis horas más no cuenta como levantarse temprano, cari."

"Bebé..." balbuceó con fastidio, alzándose sobre mi cuerpo para besar mis labios con delicadeza, asegurándose de prolongar el contacto al máximo. "...Solo un poquito más, ¿sí?" Rogó con dulce, arrogante voz, hundiendo los dedos por debajo del collar negro que aprisionaba mi cuello, tirando lo suficiente como para hacerme percibir el quemazón de las recientes heridas.

"5 minutos." Gruñí.

"5 horas." Corrigió vacilante.

"No es negociable, Gerard." Alcé una ceja, mordiendo mi labio al notar lo que cuesta soportar el dolor que padecía cada mísera pulgada de la piel en mi cuerpo.

"¿Crees que estás en posición de negociar?" Preguntó con malicia, inmovilizando mi barbilla con una mano, rozando mi abdomen con su dura erección. La noche había sido divertida, pero ya estaba, francamente, muy cansado. "Te tengo desnudo y atado, ¿Qué me impide hacértelo una, y otra, y otra vez?" Sonrió contra mis labios, repasando su contorno con la punta de la lengua.

"Umm, no sé." Rodeé los ojos desganado. "¿El código penal?" Parpadeé varias veces, Gerard se puso de un cadavérico blanco y soltó un frívolo gruñido que resonó con fuerza en el dormitorio. Se puso de pie, bajando de la cama con rabia salió de la habitación dando un escandaloso portazo que hizo vibrar las paredes.

No sabía donde había ido, ni por qué.

En parte me sentía ansioso, por otro lado atemorizado y evidentemente poco tranquilo. Mis piernas empezaron a temblar, recorrí mi cuerpo desnudo con la mirada y torcí la mueca disgustado. Traté de escurrir mis manos por entre las cuerdas para liberarme de su opresión y a la vez de la incómoda pose en la cual me había tocado estar por varias horas. Complacer a Gerard no era fácil, era un desafío que con el paso del tiempo se iba torciendo más y más, no sabía cuanto tiempo aguantaría cumpliendo sus raros caprichos y desorbitadas fantasías.

Escuché un portazo en la puerta principal, supuse que Gerard había salido, pero no. Segundos más tarde el de ojos verdes apareció en la habitación, lanzando con agilidad las prendas de ropa que había tiradas por el suelo hacía a mí.

"Vístete, tenemos visita." Prácticamente gritó, le mire con confusión, agitando mis manos desesperadamente.

"¡Pues desátame!" Grité lo obvio. Gerard obedeció mi orden sin dirigirme ni una corta mirada, luego de deshacer el nudo de ambas cuerdas y quitar el collar de mi cuello, salió de nuevo del cuarto.

69 noches con Gerard Way [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora