15. El último piso

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"Y bueno... Dime... Humm... Axl, ¿verdad?" carraspeé ante la duda. "¿Te gusta tu trabajo?" pregunté de forma sutil -o eso creo- continuando con el uniforme movimiento que llevaba repitiendo desde hacía horas.

Rodillo arriba. Rodillo abajo.

Y todo se teñía de rojo.

"Hombre, sí, es- es divertido. Es emocionante. Te deslumbra. Te asombra. Sí. Dios. Me gusta esto. Es genial. Es armónico. Es bello. Como una pentatónica continua. Como una escalera al cielo en clave de fa."

Miré a Axl de reojo, era un tipo raro.
No de esos que viven fingiendo sus rarezas, él era único, y te bastaban diez segundos en su presencia para notarlo.

"¿No te marea el olor a pintura todo el día? Este hotel debe de tener como seiscientas habitaciones en cada hélice y no llevamos ni la mitad del ala este." refunfuñé por lo bajo.
No es que quisiera quejarme demasiado, pintar era un trabajo bastante fácil. Además, pasar tiempo con alguien que no fuera Gerard me gustaba. Sentía que junto a Axl evolucionaba como persona, me hacía aprender cosas con sus solas palabras. Cualquier cosa que saliera de su boca merecía estar plasmada en un libro de filosofía.

"Voy a mear." gruñó dejando su rodillo sobre una tela de periódico destinada al acto y arreglándose su larga coleta salió de la habitación.

Como dije, era especial.

Di una vuelta a mi alrededor, el hedor que desprendía la condenada pintura era horrible, aunque en parte me gustara, o solo me había acostumbrado, o me estaba pillando un colocón del milenio.

Todo era rojo. O bueno, salvo la última, cuarta, pared, la cual estábamos justo acabando de pintar.

Axl volvió a su puesto y en silencio cogió su herramienta de trabajo, me sonrió, y deslizó el rodillo por la superficie con gracia.

"Sí..." rió. "Esta mierda marea que no veas... Uno se acostumbra. Se queda ciego, no físicamente, claro, más bien a nivel psicológico te deja un cacao mental que acabas más perdido que Alicia en el País de las Maravillas. Fíjate pues la de droga que se habrá metido esa. El día que yo me meta por el retrete detrás de un conejo pégame un tiro, Frank, porque no quiero vivir para contarlo."

Reí.

"Bueno, creo que Alicia se metió en una madriguera... No un retrete." expliqué. No es que fuera un gran fan de esas chorradas, es cultura básica, ¿no?

Es como lo del osito ese amarillo, Wh- ummm- como se llame. Pues ese no tenía pantalones. ¿Por qué?
Veamos, hasta en invierno, se ponía bufanda pero pantalones no. ¿Por qué?

Porque no tenía nada que cubrirse, por eso. Ese era su problema, no la falta de miel. Nadie lo entendía, yo sí. Dios, es que no tenía pene. Pobrecillo.

"¿...Frank?" sentí una mano en mi hombro. Sacudí la cabeza y parpadeé en desconcierto.

"Creo que necesito un poco de aire fresco." miré la pared, el trabajo estaba terminado.

Axl asintió y pasó su brazo por detrás de mi cadera cuando notó, al igual que yo, que mis piernas temblaban.

"No te preocupes, es tu primer día, estos tóxicos son algo fuertes y la ventilación en este edificio es casi nula. Vayamos fuera." sugirió con una leve sonrisa, la cual correspondí agradecido.

Bajamos el par de pisos en ascensor. Axl sacó tabaco del bolsillo, y para cuando salimos a los jardines traseros, el humo ya brotaba fluidamente de sus labios formando nubes grisáceas.

Respiré hondo, el aire nunca se había sentido tan fresco para mis maltratados pulmones.

"Gracias." musité al recobrar el aire. Me apoyé en la pared de la fachada y cerré los ojos un momento, el viento acarició mi piel un instante.

"No te preocupes, no es nada." musitó desatendiendo su cigarrillo por un momento para soltarse el pelo y apoyarse a mi lado. "Haremos una habitación más y será todo por hoy, no hay prisa." añadió.

"Bien..." suspiré. El solo pensar en volver dentro me provocaba náuseas. "Iré a ver a Gerard antes, si no te importa." comenté guardando las manos en los bolsillos.

"No, tranquilo, no hay problema, solo no tardes, no podré acabar a tiempo sin ti."

"Descuida." sonreí palmando su espalda varias veces. "En nada vengo." y me metí dentro de nuevo.

Por suerte en la planta baja no olía tanto como en los pisos superiores. Sabía que el despacho de Gerard se encontraba en el último piso, por lo que con suerte podría coger el ascensor y  saltarme las 10 otras, apestosas, plantas.
Cuando el sonido al llegar al décimo piso sonó me sentí aliviado. Era como dejar esa nube tóxica atrás, porque la última parada del hotel solo le pertenecía a Gerard, y olía tremendamente a su colonia favorita. Y la mía, a decir verdad.

"¿Gee?" pregunté alzando la voz, atravesando el pasillo que daba a su enorme despacho.

"Oh, mi empleado favorito." sonrió dándose la vuelta al verme. Por lo visto había estado jugando con su cafetera nueva otra vez, y la taza llena del delicioso líquido se encontraba entre sus manos.

"¿Favorito?" sonreí con picardía, acercándome a besar sus labios con fugacidad.

"Eh..." giró la cara. "En el trabajo nada de mimos." alzó una ceja y sonrió, ofreciéndome el café ante un notable puchero en mi rostro.

"¿Nada? En plan... ¿Nada de nada?" me senté sobre su escritorio y balanceé las piernas con gracia, tomando un trago de la taza.

"No, Frank. Por cierto, ¿como ha ido tu día?"

"No me cambies de tema." me crucé de brazos con el ceño fruncido. Gerard soltó una de sus características risas y deslizó sus dedos por sobre los botones de mi camisa, ladeando la cabeza tentativamente en el acto.

"No es que quiera cambiar de tema... Pero en el trabajo no se debe..."

Me lancé entre sus brazos, tomé su nuca con la palma y lo atraje en un húmedo beso. Escuché un quejido provenir de sus labios, pero no me detuve. Empujé su cuerpo hasta dar con la pared del fondo del despacho y bajé con la mano hasta el botón de sus pantalones, deteniéndome un instante para tomar aire.

"Es un peligro traerte al trabajo." gruñó sonrojado de la excitación, y luego del segundo que me tomé para contemplar su sutil sonrisa retorné al quehacer de besar sus labios como si el mañana no fuera a existir para nosotros dos.

"A buenas horas te das cuenta." comenté sin importancia, quitándole la camisa de un rudo tirón. Los botones cayeron al suelo junto a la desgraciada tela, la cual ya no serviría de prenda nunca más. Quitarle los apretados jeans costó un poco más, pero no se había inventado todavía ropa que no fuera capaz de desgarrar con tal de desnudar a Gerard.

Este parecía en trance. Estaba bastante menos activo de lo usual, debo admitir.

Besé sus costillas con suavidad y empecé a recorrerlas hacia arriba como una escalera al paraíso que era su cuello. Dejé allí una poco nítida marca de mis dientes y sonreí contra su piel al sentir el leve frío que me recorre al perder mis ropas más íntimas.

Ahora fui yo el empujado. Choqué con brusquedad contra el escritorio del centro y mordí mi labio para no gritar.

"Si gimes te meto una paliza." rugió contra mi oído, colocándose entre mis piernas cuando conseguí sentarme en la superficie de la mesa.

Asentí, nervioso y ansioso. Sabía que podía controlar mis gemidos, no iba a tener problema con eso.

"¿Vas a follarme, Gee?" susurré besando su hombro, pasando las manos por sus caderas.

"Ése es el plan." respondió hundiendo sus uñas en mis muslos.

...

Nota: He vuelto.

Bueno, esto "se queda aquí" pero actualizaré pronto y será como una continuación. Ya veréis, en fin. Aquí nadie se libra de nada.

*coffcoffsexocoffcoff*

69 noches con Gerard Way [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora