50. Tengo algo importante que decirte.

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"F-Frank, no puedo hacer esto." Escuché a Gerard en un leve gemido.

Fruncí los labios y relajé mi mueca, había estado esperando un fuerte latigazo contra mi expuesto trasero, pero nada. Alcé la ceja, dándome la vuelta y sentándome en la cama.

"¿Qué dices?" Gruñí levantándome y acercándome un poco al mayor. Este estaba jadeando, sus ojos mirándome alarmados mientras en la mano sostenía el negro cinturón de sus jeans.

"No puedo..." susurró dejando caer la banda de cuero al suelo, dando un temeroso paso hacia atrás. Creo que en ese momento ninguno supimos lo que estaba pasando. "Lo siento, perdóname." Añadió alejándose deprisa, saliendo del dormitorio como si huyera de su propia sombra.

"¡Gerard!" Grité a sus espaldas, siguiéndole hasta el salón. "¿Por qué te comportas así?" Alcé ambas manos en desesperación, los días pasaban y yo entendía a Gerard cada vez menos. "¿Por qué me pides perdón?" Traté de nuevo, viendo como mi acompañante corre en busca de una camiseta y camisa para ponérsela encima, ignorándome. "¿Qué demonios haces?" Cuestioné al verle descender su chaqueta del perchero, comenzando a vestirse con la misma prisa de antes. "¿Dónde vas?"

"Escúchame..." se paró en seco, listo para salir por la puerta principal. "Necesito ir a ver a Jamia." Declaró con un tono más normal, con su mano sobre el paño de la puerta.

"¿Disculpa?" Alcé ambas cejas, notablemente impresionado por la reciente declaración. "No." reí. "No te vas a ir a ver a Jamia, mi amor." Sonreí con arrogancia, golpeando la semi-abierta puerta para volverla a cerrarla de un portazo frente a sus narices, Gerard dio un leve salto, entrelazando sus propias manos cabizbajo. "¿Cuándo te volviste tan nenaza?" Pregunté en retórica con mi palma todavía sobre la superficie de madera. "¿Qué ha pasado con el que reemplazaba las mariposas de mi estómago por huracanes, huh?" Vacilé dándole un leve empujón al ver que no reacciona.

Gerard se apartó y me miró con odio, estuvo a punto de marcharse de mi lado cuando le agarré rudamente de su melena, acercándolo hacía a mí de nuevo. "¿Dónde te crees que vas, eh?" Gruñí entre dientes contra su oído, sosteniéndole mientras deslizaba mi lengua por su mejilla. "¿Vas a dejar que te trate así un niño de 17 años?" Carcajeé ante su mueca de miedo, lanzándole contra una de las esquinas del salón.

"¡Reacciona Gerard!" Exclamé en un potente chillido, viendo como se queda tumbado en el corner, tomado de su estómago a punto de llorar. Estaba empezando a sentir lástima por él. "Gee, por favor..." musité tirándome de rodillas junto a él, mi mano acariciando su hombro. "Yo no puedo ser el fuerte de los dos." Sollocé apegando mi frente al lateral de sus costillas.

"F-Frankie..." suspiró, pasando su mano por mi pelo en una gentil caricia, sentí un inesperado torbellino de sensaciones en mis entrañas. "Tengo algo importante que decirte." Alcé mi rostro, viéndole con los ojos aguados.

"Dime." Musité tratando de reunir valor. Nuestras miradas quedaron puestas la una en la otra por varios segundos, hasta que, como venida de la nada, la puerta sonó.

Gerard parpadeó varias veces, apartándome suavemente y poniéndose de pie con prisas. "¿Esperamos visita?" Pregunté curioso.

El pelinegro se encogió de hombros y se dirigió a recibir la insospechada visita. Antes de que la puerta se abriera corrí hasta la habitación, debía vestirme primero, demonios, Frank.

Escogí una camiseta de Black Flag, inseguro de si era la mía me la puse a gran velocidad. Escuché murmullos fuera, pero no descifré la voz ajena. Rápidamente busqué unos tejanos y sin preocuparme de la ropa interior los deslicé arriba sobre mi figura. Cerré el armario con un ágil movimiento y salí del dormitorio, viendo a una muchacha de negros mechones parada en el salón con los ojos llorosos. "Jamia..." musité con cierto tono de rabia. "¿Qué haces aquí?" Preguntando aquello miré a Gerard.

69 noches con Gerard Way [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora