35. I'll never hurt you again

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Para mi único -en todos los aspectos posibles- hijo, Frank Anthony Iero.

Siento despedirme así, pero si lo hubiera hecho en persona, seguramente no tendría el valor para terminar con mi vida. Tú llorarías. Yo lloraría. Fingiríamos que lo hemos arreglado todo, pero en el fondo nada nunca se arreglará.
Jamás me perdonaras por lo que te hice, por lo que le hice a tu madre y a tu hermano menor... Ése que nunca llegamos a ver. Hace tiempo que esta idea rondaba mi cabeza, no me dejaba dormir, pensar, vivir en paz... Era como si cada día fuera mi infierno personal, del que no podría escapar con nada salvo la muerte.

Lo siento, Frank. Nunca te acepté por lo que eras y por lo que siempre quisiste ser. Eres mi hijo, y te quiero, aunque no lo creas, ni a veces yo mismo lo crea... Es mejor así.

Me marcho, no por ti, sino para ti. Recuerda, Frank. Vive la vida. Vive cada día como si fuera el último. Agarra los momentos de felicidad firmemente, pero con suavidad, como si fueran mariposas, ya que sus vidas duran igual de poco.
Sonríete al espejo por las mañanas. Repítete a cada rato que estás aquí para comerte el mundo. No duermas hasta tarde, aprovecha las mañanas. Toca la guitarra, sé que amas hacerlo. Toca hasta que te duela a morir e incluso entonces sigue haciendolo. Tú abuelo siempre decía que secreto de un gran músico es hacer de tu instrumento un órgano vital. Si consigues que la guitarra sea una extensión de ti mismo, la música que crearás con ella será igual de increíble que tú. El mejor consejo que puedo darte es que nunca tires la toalla, limpia con ella el sudor de tu frente y sigue tocando. Toca junto al sol. De cada amanecer hasta cada atardecer.

Y a los que te digan que es imposible, quiero que alzes la mano y les des un puñetazo en la cara con todas tus fuerzas. Ese tipo de gente solo llega a lo que es posible, tú eres más que eso.

Siempre te querré, cuida de tu madre, felicita a Mikey Way por su cumpleaños y a Gerard dile que como te trate mal saldré de mi tumba y me comeré su cerebro de artista.

Menudo novio tienes, hijo...

Te quiere. – Tu papá.

Doblé la hoja de papel varias veces y la guardé en mi bolsillo, aparté la solitaria lágrima que caía por mi mejilla y sonreí para mi mismo. Realmente no esperaba que leer la carta de suicidio de mi padre fuera a ser tan emotivo, pero me alegré de hacerlo después de todo. Me levanté del sofá estirando los brazos. Sabía que estaba solo en casa así que no me molesté en cambiarme todavía de los pantalones del pijama, a pesar de que fueran rondando las cuatro de la tarde.

Me dirigí a mi estudio y con rapidez visualicé la pálida guitarra que colgaba de la pared. Tomé el blanco instrumento con ansia y me dirigí al salón. Conecté la guitarra al amplificador y la colgué de mi cuello usando una correa negra.

...

Tardé varias horas hasta refrescar en mi mente los acordes que ya conocía, hacía tiempo que no tocaba otra cosa que no fuera el cuerpo de Gerard y aquello me estaba sentando mejor de lo que imaginaba.

"Hey, Frank." Saludó el recién llegado con una sonrisa. Me giré hacía a Gerard algo desconcertado. No sabía si él había venido antes de tiempo o yo había perido la noción de las horas. Probablemente fuera esto último. Miré el reloj de pared mordiéndome el labio, eran casi las ocho de la tarde. "¿Todavía en pijama?" Rió tomando mi rostro entre sus manos y dejando un suave beso sobre mis labios. Yo asentí.

"Me he ido por las nubes, lo siento." Suspiré quitándome la guitarra de encima y dejándola sobre el sofá, ojeando a Gerard mientras se deshacía de su largo abrigo y corbata, desabrochando un par de botones de su blanca camisa.

69 noches con Gerard Way [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora