38. Party II: El cumpleaños

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Miré a Mikey con una sonrisa, este estaba algo borracho ya, al igual que yo, pero eso no le impidió subirse a la mesa y proclamar un vergonzoso discurso sobre lo mucho que nos amaba a todos y sobre que yo era 'un pene de puta madre para su hermano Gerard' - fue cuando mi novio me dirigió una severa mirada de arrepentimiento por prometerme no beber. Yo reí, lanzándome a besar sus labios, perdiéndome entre las ovaciones de los múltiples presentes. Siquiera sabía que Michael tenía tantísimos amigos, pero sí, la casa estaba repleta de adolescentes y jóvenes adultos absolutamente descontrolados. Gerard no parecía pasarlo demasiado bien.

"¿Nos vamos ya?" Preguntó con molestia, acogiendo entre sus brazos mi inestable silueta. Nos habíamos desplazado al silencio de la cocina cuando no dudé en confirmarle a mi acompañante mis inminentes ganas de vomitar el alcoholizado contenido de mi estómago.

"Gee, todavía es temprano..." gruñí abrazándome a él con mayor necesidad, besando su cuello, empujándole contra los muebles de la cocina de Mikey. "Follemos." Añadí bajando con mi mano hasta su sexo.

Gerard soltó un gemido y apartó bruscamente mi mano de sus pantalones.

"Nos vamos. Ahora." Ordenó tomando mi muñeca con fuerza. Yo seguía negando, me estaba divirtiendo y Gerard empezaba a serme molesto.

"Vete tú." Grité por sobre la música del salón. "No te necesito, paaaara nada." Alcé la mano en gesto de despedida y caminé titubeante hasta la sala de estar, perdiéndome pronto entre la salvaje multitud.

Pero Gerard no cedió para nada. En pocos minutos me encontró, estaba bailando con Mikey y a saber por qué ambos estábamos sin camiseta dándolo todo como un par de locos. La gente nos miraba y aplaudía a medida que más prendas nos quitábamos. Juro que no sé como la fiesta llegó a aquello.

"Frank, tengo que darte algo." Gritó Michael en mi oído mientras terminábamos de tomarnos otra copa.

"¿Es legal?" Pregunté carcajeándome. Mikey me miró con un interrogante plasmado en su rostro segundos antes de estallar en una infantil risa y negar.

"Es importante, ven." Dejó de reír y tomó mi mano, arrastrándome fuera de la multitud escaleras arriba. Vi a Gerard en un instante, amenazándome con una mirada de indignación. Supuse que pensaría que iba a tirarme a su hermano en el piso de arriba, pero en ese momento me importaba una real mierda su hipótesis.

Llegamos al dormitorio de Mikey, este puso manos a la obra para encontrar eso que me quería dar. Yo reía. Mikes estaba verdaderamente cómico tirando cosas de un lado para el otro completamente frustrado y medio ebrio.

"Aquí." Gritó con una sonrisa, volteándose para entregarme un sobre con mi nombre. Continué riendo como un estúpido ingenuo hasta el momento en el que saqué el contenido del sobre y con una distorsionada letra leí: Carta a Frank Anthony Iero, si no eres Frank Iero púdrete, y si lo eres... También.

Firmado:

El padre del podrido.

Mi corazón dejó de latir por segundos. Mi mirada buscó la de Michael, la suya estaba simultáneamente triste.

"Le leí en la comisaría, lo siento. Gerard dijo que no te la diera, pero te pertenece..." Susurró bajando la cabeza.

"Pero Gerard ya me dió la carta de suicidio de mi padre." chasqueé la lengua y saqué la arrugada hoja del bolsillo trasero de mi pantalón. Desde que abrí la nota de mi padre la llevaba siempre conmigo, me hacía bien.

"Es imposible." Gruñó Mikey mirando con detalle la carta que terminaba de entregarle. "Esto es..." cortó sus palabras y me devolvió el papel. "Tengo que irme." Bufó pasando por mi lado, nos dirigimos una neutral mirada. Si no estuviera tan borracho probablemente podría haberlo detenido para una explicación, pero aquello no ocurrió.

Mikey salió abriendo la puerta de su dormitorio con rabia, topándose de cara con su hermano. Ninguno se dirigió la palabra, el menor se fue y Gerard me miró confuso, entregándome la camiseta que traía consigo, la mía.
No me la puse, con lágrimas en los ojos se la lancé a la cara.

"No me hagas enfadarme contigo." Dije en un sollozo. Gerard cambió la mueca y con preocupación se acercó a mí.

"¿Qué ocurre?" Preguntó pasando la mano por mi tez para retirar el par de lágrimas.

"Necesito una explicación." Le entregué las dos cartas. Una era la hoja que me dió él, donde mi padre confesaba que me quería, la otra era el papel que terminaba de darme Mikey, donde, literalmente mi padre me llama 'podrido'. Me daba miedo lo cierto y lo típico de él que era aquello. "¿Me has dado una carta falsa o tu hermano me está jodiendo la vida?" Gruñí señalando las hojas. Gerard tomó aire y cuando esperé su peor reacción, él simplemente sonrió.

"Mi amor, Michael te está tomando el pelo... Vamos, está borracho." Besó mi frente con ternura.

Nada me sonó demasiado creíble.

"Si me mientes te advierto, o lo dices ahora o olvídate de nosotros..." Dije con rabia, apuntándole al pelinegro con el dedo amenazante.

"Frank-..." Comenzó, pero el tono me sonó a un próximo discurso, típico de Gerard.

"A tomar por culo." Gruñí alterado, quizás parcialmente fuera por el alcohol, pero esta noche no pensaba tragarme nada de nadie.

Excepto la tarta de cumpleaños de Mikey.

Estaba rica.

Bajé del piso de arriba y busqué a Mikey, este estaba bailando salsa con un par de tipas sobre la mesa del comedor.

Creo que le he perdido el respeto.

"Mikey Way!" Chillé agarrándole del brazo y tirando de la mesa. Le arrastré hasta el baño, pillando al mayor de los Way de camino y encerrándonos a los tres.

"Bien. Ahora mismo me vais a contar de qué va esto de las cartas." Gruñí.

"Yo no sé nada." Protestó Mikey, apoyándose sobre la pared del baño con los brazos cruzados. Balanceándose constantemente.

"Yo menos." Gerard giró la mirada.

"¿Ah sí? Pues a mí me parece que esta es la carta real: bla bla bla - púdrete Frank..." Agité el blanco papel en el aire. Ninguno de los hermanos me miró.

"Es que es la real. No sé que clase de blasfemia te ha estado contando mi hermano." Musitó Mikey, recibiendo un golpe en la nuca del mayor.
"Te dije inútil que estuvieras calladito." Replicó Gerard con ceño fruncido. "Frank... Lo siento." Musitó acercándose a mí.

"¿Es falsa?" Pregunté con enojo, alzando la arrugada lámina que tanto significado había cobrado para mí. Realmente creí que después de todo mi padre estaba empeñado en comprenderme y pedirme perdón por años de abusos.

"Yo... Sabía que leer la carta original iba a destrozarte, amor..."

"No. Ya. Vale." Reí para mi mismo. "Ni me toques." Sollocé sintiendo la mano de mi novio acariciar mi mejilla.

"Lo sien-"

"Eres un idiota." Susurré saliendo del baño. Supe que Gerard no se daría por vencido fácilmente. No dudaba de su amor por mí, y dentro del dolor que me producía el asunto entendía que Gerard solo quería verme feliz.
Pero no podía distorsionar la cruda realidad para conseguirlo, y era lo que necesitaba que entendiera.

"Frankie, espera." Gritó cuando salí de la casa. Me paré en seco, secándome los húmedos ojos con la manga de la chaqueta. Me volteé. Había decidido ir a casa andando, pero caminar desde Jersey a un apartamento en Nueva York a las 3 de la mañana era una idea mentalmente bastante desenfocada. "Enfádate si quieres, pero déjame llevarte a casa al menos." Abrió la puerta del copiloto. Dudé unos instantes. "Estoy sobrio, te lo juro." Añadió.

Ocupé el lugar sin dudarlo y me crucé de brazos, dejando que Gerard cierre la puerta luego y ate mi cinturón como si fuera un niño pequeño. Besó mi mejilla y tomó asiento en el sitio del conductor, arrancando al momento y comenzando a conducir.

"Hoy duermes en el sofá." Gruñí entre dientes.

69 noches con Gerard Way [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora