37. Tarta de nata

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Me desperté por la incomodidad del momento, tenía un dolor punzante en la parte alta de mi espalda. Pronto me di cuenta de que había dormido en el suelo y Gerard se encontraba durmiendo todavía a mi lado, tirado como un perro y con la boca entreabierta.

Lindos labios, Miss Daisy.

Uno de sus brazos me abrazaba mientras el otro descansaba sobre su propio pecho. Sonreí vagamente y traté de ponerme de pie, acordándome que no solo el dolor muscular fue lo que me sacó de mi sueño.

El timbre de la puerta sonó.

Pasé la mano por mi rostro y bostecé con desgana, cubriendo mi desnudo trasero con los primeros jeans que encontré, y eran de Gerard.

Genial.

Caminé hasta la puerta arrastrando prácticamente mi cuerpo y frotando los ojos con pereza. Abrí la puerta, sin demasiada curiosidad por quien se encontraba husmeando por los barrios altos a estas horas de la puta mañana.

"Que son solo las tres, coño!" Me quejé al aire.

Dejando atrás la somnolencia, solté una vaga risa al ver a una mujer de mi altura, pelo negro y ojos oscuros, sonreía abrazándose al maletín que traía.

"Hola!" Alzó la palma de su mano. "Soy Jamia." Mordió su labio por un segundo sin dejar de elevar las comisuras de sus labios. Yo quedé con la misma patética expresión en la cara. "La terapeuta de Gerard, tenía cita con él hoy a las tres." Miró por encima de mi hombro.

Me volteé viendo a Gerard semi-desnudo a mis espaldas, con solo sus bóxers blancos puestos, ojeras y el pelo alborotado.
"Umhh." -traducido: hola- gimió rodeando los ojos, alzando la mano.

"Gerard, vístete maldita sea." Gruñí lanzándole el abrigo que hasta entonces había estado colgado en el perchero a mi lado. "Soy Frank." Torcí la mueca, estrechando la mano de la chica e invitándola a entrar mientras el pelinegro desapareció del horizonte.

"Bonita casa." Susurró admirando el lugar. Yo tomé mi camiseta del sofá y me la puse ágilmente.

"Gracias, aunque no es mérito mío." Reí ante mi propia palabrería. Jamia correspondió mi risa, fijando su mirada en la mía. Me sonrojé.

"Qué sincero." Musitó dejando su maletín sobre la mesa del salón. Noté que sus mejillas enrojecieron de igual manera. No entendí demasiado la situación, por suerte mi novio apareció al rescate.

"Vale, estoy listo." Emergió como de la nada y la terapeuta asintió. "Vayamos a mi despacho para estar solos." Añadió aclarándose la garganta, dirigiéndome una fugaz mirada. Sé que mi gesto en respuesta fue una cara de novia celosa, pero no fue intencionado. Gerard se acercó percatándose de eso y besó la cima de mi frente con ternura y con una mano sobre mi hombro dijo. "En dos horas termino y si quieres hacemos algo divertido." Acarició mi mejilla y yo asentí mansamente.

"Pero me voy a aburrir." Murmuré bajando la cabeza con un puchero infantil. Gerard imitó mi mueca y rápidamente metió su mano en el bolsillo del pantalón, sacando un pequeño frasco naranja. Destapó el recipiente y sacó una pequeña, redonda pastilla azul. Seguí el recorrido de la píldora mientras el mayor la tomó entre sus dedos y la llevó hasta mis labios.

"Abre la boquita." Susurró contra mis labios, besándome con fuerza, colando la pastilla entre alguno de nuestros fogosos besos. Tragué con dificultad, acompañando el acto con una tímida sonrisa. "Buen chico." Besó mi frente de nuevo. "... diviértete." Añadió alejándose. No hice preguntas. Estaba perplejo.

69 noches con Gerard Way [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora