48. ¿Así de fácil?

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Gerard me miró algo confuso y yo asentí, dirigiéndome al menor de los Way ahora.

"¿Estás seguro de que quieres irte, Mikes?" Pregunté dejando mi cabeza reposada sobre su hombro. Mikey asintió sin levantar su rostro, llevaba rato con la mirada fija en el suelo.

"Quiero dormir en mi cama esta noche." Comentó dedicándome una fugaz sonrisa, acercándose tímidamente a besar mi mejilla. No quise decir nada, pero más que mi mejilla aquel beso rozaba la comisura de mis labios. Gerard estaba justo en frente, arqueando una ceja incrédulo.

"Cuídate, ¿vale? Nos veremos pronto, todavía no me has contado todo sobre..." vi a Gerard más atento a la conversa de pronto. "...tu novia y eso." Rodeé los ojos, Mikey sonrió al captar mi mensaje.

"Claro." Suspiró abrazándome con fuerza.

"Frank..." musitó Gerard con rudeza. "Deja que se vaya." Añadió como si fuera yo quien agarraba a Mikey en ese abrazo, pero el menor no pareció querer ceder. No me importaba que tan celoso se iba a poner Gerard, Mikes era mi mejor amigo y podía abrazarme siempre que quisiera y el rato que le saliera del ano.

"Está bien." Suspiró el castaño, tomando sus cosas en una mano. "Nos vemos, Frank." Dijo con algo de pesadez y se apartó, abriendo la puerta de salida. Me dedicó una última triste mirada y luego de despedirse de su hermano agitando la palma desapareció en el ascensor, las puertas se cerraron con pesadez y reinó un incómodo silencio.

"¿A qué demonios venía eso?" Preguntó Gerard, más curioso que molesto, o al menos eso deduje por la afabilidad de su tono de voz.

"Ha sido un día emotivo..." suspiré despeinando mi pelo, desabotonando los dos primeros botones de mi negra camisa antes de lanzarme a abrazar al mayor, mis manos rodearon su cuello al momento en que los tiernos labios fundían sus carnes con los míos y mis caderas rozaron suavemente las de Gerard. "Me alegro que hayas vuelto." Susurré cuando el beso finalizó, relamiendo el exceso de saliva de mis labios.

"Yo también, tengo grandes noticias para ti." Sonrió con amplitud, dejando un fugaz beso en mi frente y pasando por mi lado, adentrándose en el salón. "Antes de nada..." continuó sin dejarme hablar. "...Esto es para ti" saltó entregándome un enorme ramo de rosas rojas, ya lo había visto en su llegada, pero aún así era increíble y tenía un aroma que comenzaba a inundar toda la casa. "47 rosas." Musitó contra mi boca antes de besarme con fuerza, agarrando mi pelo con la intención de profundizar el acto. "...por cada noche junto a ti." Alargó el susurro, abrazando mi silueta con sus brazos.

Mi corazón se estaba fundiendo y literalmente tenía la preocupación en mente de que me daría un paro cardíaco si Gerard no dejaba de ser tan romántico. Me gusta esta nueva versión de él, creo.

"¡Y champán para celebrar la noche de hoy!" Gritó corriendo a la mesa y levantando una enorme botella, inmediatamente se puso a abrirla, lo cual no me pareció buena idea dado que acababa de agitarla y probablemente explotaría.

"Oye, Gee..." quise avisarle, pero entonces el corcho reventó, haciendo el gaseoso licor entrar en erupción como si fuera un volcán, tirando alcohol y espuma por todas partes. Gerard rió junto a mí, hundiendo el cuello de la botella un tanto en su boca para beber, ofreciéndome segundos después. Con el ramo en una mano y las pulsaciones fuera de órbita tomé tres largos tragos y aparté la botella, no quería beber demasiado con mi estómago maltrecho. "Dime ya que celebramos." Moví los pies con nerviosismo, esperando el siguiente movimiento de mi acompañante.

"¿El niño tiene curiosidad?" Murmuró abordando mi espacio personal, demandando mis labios de nuevo. Asentí a su pregunta, pero no pareció importarle demasiado cuando consiguió poner mi espalda contra la pared jadeando contra mi cuello mientras desabrochaba los restantes botones de mi camisa. "Sé que te prometí una cena..."
Sus manos agarraron mis caderas con el firme propósito de adueñarse de ellas, chocando su propia pelvis contra la mía y consumiendo la pizca de cordura que me quedaba para mantener la conversación a flote. Gerard atravesó con sus uñas la longitud de mi descubierto pecho hasta terminar el virtuoso recorrido justo bajo mi ombligo, en el velloso espacio entre las dos aves tatuadas. Sentí una ráfaga de placer colmar el aforo de mis entrañas y como se eriza mi piel ante el contacto con la anatomía ajena. Gerard tenía las manos calientes, era extraño ya que normalmente sus palmas están mortíferamente frías aunque él muera de calor y este hasta sudando.

69 noches con Gerard Way [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora