2. Manos atadas

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Me entrometí en el despacho de Gerard de puntillas, fue solo un fallido intento de que no levantara la vista y me viera solo con una camisa, la ropa interior y una tonta sonrisa que llevaba su nombre grabado en placa de oro.

"¿Vienes a darme las buenas noches?" dijo con media sonrisa, pero sin levantar la mirada del papel sobre el cual estaba dibujando, o más bien trazando, inútiles -a mi parecer- líneas.

"En realidad no tengo sueño." me quejé apoyándome en el marco de la puerta, junté mis piernas y puse mi mejor carita de niño bueno. Gerard chasqueó la lengua, odiaba que le molestaran mientras trabaja, pero para situaciones desesperadas medidas desesperadas. "Me aburro." comenté.

Fue cuando el pelinegro delicadamente apartó el flequillo de su rostro y alzando sus verdes ojos me fulminó con la mirada.

"¿Por qué no ves una peli?" ofreció gentilmente, mientras yo ya me había desplazado de mi anterior lugar hasta la segunda silla en su escritorio, sentándome paralelo a él.

"Iba a preguntarte si la verías conmigo, es que llevo todo el día solo..." arremangué las mangas de mi camisa y dejé el codo izquierdo apoyado en la superficie de la blanca mesa, sujetándome la cabeza con suma vagancia.

"Te dije que hicieras amigos." hizo una línea con ayuda de la regla, aquella complementaba el dibujo arquitectónico de la fachada del hotel. "Sabes que trabajo todo el día, no puedo ser tu Mary Poppins."

"Ugh, te falta el paraguas volador." me crucé de brazos, esperando que mi muestra de anarquía hiciera algún efecto en Gerard. Pero nada. "La gente de aquí es muy rara, ya te lo comenté."

"Pues llama a Mikey."

"Ya lo he hecho." respondí de mala manera. "He estado todo el santo día hablando con él."

Gerard rodeó los ojos y me señaló con su lápiz.

"Largo." ahora señaló la puerta.

"Es que no quiero."

"Pero yo sí, Frank. Tengo trabajo, vete, búscate un hobby o échate alguna novia, me da igual, solo déjame acabar esto o no podré irme a dormir nunca."

"¿Sabes? Creí que unas vacaciones contigo serían un tanto más entretenidas. Pero me equivoqué, eres más sedentario que mi abuelo..."

"Frank."

"...¡y eso que él está muerto!" me alcé de mi lugar golpeando la mesa. No puedo presumir de tener paciencia, lo sé. Tomé el estuche de lápices de Gerard y me di la vuelta para irme. No di más de tres pasos cuando sentí la ruda voz a mis espaldas.

"¡Frank!" gritó con ansia. Su silla se movió hacia atrás haciendo un escalofriante ruido.

Tragué saliva y me di la vuelta.

"Deja de molestar, y dame mis cosas." estiró la mano hacia a mi, esperado mi inmediata colaboración.

Pero no.

No estaba dispuesto a quedarme viendo estúpidos canales de televisión ni un minuto más.

Eché a correr.

"¡Ven aquí!" le esuché a mis espaldas, pero en todo en lo que podía centrarme era correr y correr. Salí a la terraza del apartamento, era una suerte que fuera verano, y también que no hubiera vecinos en la zona. Estaba prácticamente desnudo.

"Cógeme si puedes!" reí subiendome al muro que delimitaba la terraza. Gerard se acercó hasta a mi con los puños bien apretados, la rabia se podía sentir a kilómetros. Yo estaba excitado, con la adrenalina recorriendo mis venas como ríos. Tenía el pulso disparado y jadeaba del esfuerzo, nunca fui un gran deportista.

69 noches con Gerard Way [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora