20. Todo lo que a él le gusta ser.

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Todo lo que a él le gustaba ser, era todo aquello que yo odiaba que siguiera siendo.

Me quedé en mi posición inicial en la cama, sentado en el borde, con los pies tocando el suelo. Miré por a ventana, serían poco más allá de las cinco de la mañana, una hora excesivamente temprana para la visita de un doctor.
Gerard volvió a la habitación y cerró la puerta detrás, yo suspiré. Era todo tan cotidiano ya.

"No voy a acostarme contigo." Alcé la vista con una ceja enarcada de manera desafiante, Gerard sonrió.

"Te echaba de menos." Replicó, como si aquello cambiaría algo.

"Ya lo has dicho antes." Rodeé los ojos, cansado.

"Y te lo repito ahora."

Deseaba que el silencio continuara, pero que fuera ruidoso, que acallara mis pensamientos, y aunque juro que moría por quedarme callado, las dudas me concomían las entrañas sin piedad alguna.

Gerard se sentó a mi lado, una de sus manos fue a parar de forma automática a mi rodilla, estrechando sus delgados dedos al rededor de la misma. Mi cuerpo tembló en respuesta, sabía que no debía estar aquí, pero Mikey merecía la ayuda que yo estaba dispuesto a conseguir para él.

Además, había todavía en mí algo que se sentía atraído por el mayor de ojos verdes. Se había creado un lazo más fuerte de lo que imaginé al marcharme de aquí.

"Mikey no me contesta." cambié el rumbo de la conversación a mi antojo, sacando el demacrado iPhone del bolsillo. Gerard ojeó la rota pantalla e hizo un ruido molesto.

"Esta bien, solo estará durmiendo, te prometí que le ayudaría, ¿no? Pues confía un poco en mí."

"Yo no creo que tu hermano esté loco." dije como protesta a su insinuación. "Sé que actuó así por algo, algo que tú has hecho, y pienso descubrir que es."

Me di la vuelta y me tumbé en la cama, dándole la espalda, esperando que me dejara en paz con mi insana desgracia.

Un suspiro se propagó por la habitación, sentí una silueta moverse a mis espaldas. La sombra dejaba bastante claro que Gerard se estaba quitando ropa. Cerré los ojos y me abracé más al cojín bajo mi cabeza cuando el colchón se hundió suavemente.
La mano de Gerard acarició mi pelo y pronto noté como sus brazos rodeaban mi cintura, su cadera chocaba contra la mía y la barbilla se escondía en el hueco entre mi hombro y el cuello.  El pelinegro dejó un beso allí que hizo tensar mi piel de inmediato.

"No me odies..." Susurró contra mi oído, su leve respiración me acariciaba al igual que el dorso de su mano descendiendo por mi tatuado brazo.

"No te odio, Gerard." Tragué saliva y forcé una sonrisa, aunque no pudiera verme.

Y quedamos así, yo viendo la penumbra tras la ventana y Gerard abrazándome con inocencia, como si nada, yo dejándome agasajar por su dulce aliento y las rotas palabras que de vez en cuando escapaban de entre sus labios, como si de verdad lo sintiera.

Como si de verdad sintiera... Algo.

"Los días en los que me faltan fuerzas, que estés aquí hace que todo cobre sentido, aunque sea por un rato, Frank..."

No quería escuchar blasfemia barata, sabía que al Way se le daba hasta demasiado bien hacer discursos publicitarios. Me removí en la cama, dispuesto a irme a dormir al sofá.
Bastó con que uno de mis pies tocara el suelo.

"Quédate." Ordenó, su mano agarró mi brazo con fuerza.
Noté un espasmo recorrer mi cuerpo, y aunque mi intención seguía sindo salir del cuarto mis piernas ya no se movían. Fruncí el ceño, quería levantarme, pero no podía. De pronto lo hice, estaba de pie al lado de la cama, podía hacerlo, pero ya no quería.

"Túmbate, Frank." Sus ojos desafiaron los míos. Mi respiración se aceleró, con el corazón a un nivel desorbitado y un creciente dolor de cabeza me eché de nuevo a su lado, esta vez cara a cara.

Una suave sonrisa se mostró en su cara, repentinamente invadió mi espacio y apegó sus labios a los míos, su mano me atrajo con fuerza, sujetando mi nuca a medida que recorría con su lengua mi boca. Al principio quise resistirme, mis palmas empujaron su torso varias veces, pero no tenía fuerza. Cuando quise apartarme, cuando quise parar o salir corriendo de allí mi cabeza dolía más y más. Un pulsante ardor que retumbaba en mi mente con cada esfuerzo en negarme a lo que él quisiera.

"Relájate, no te resistas, no hables..." Sus palabras se repetían en mi mente como órdenes, reglas impuestas para ser cumplidas, y yo necesitaba obedecer, no podía remediar que necesitaba su aprobación más que al aire.

¿Quién es el loco ahora, eh Frank?

Gerard me quitó la poca ropa que me quedaba, él todavía llevaba sus calzoncillos puestos, aunque supe que iban a sobrarle pronto. Atrapó mis muñecas, y posicionándose encima mía las unió por encima de mí, su sonrisilla apareció espontáneamente.

"Confiesa que lo echabas de menos." Dijo con sexual voz desde arriba, arañando la longitud de mi torso con suma tranquilidad.

"Puede que un poco." Me sonrojé.

"Entonces demuéstralo." musitó friccionando lentamente su erección contra la mía.

69 noches con Gerard Way [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora