Capítulo V: Los ángeles si existen

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Skylar

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De pronto, como quien corta un hilo que se encuentra tirante, un sonido abrupto interrumpió su estado de éxtasis. Una voz conocida que la atrajo de golpe a la realidad.

—¡Skylar!

La voz se oía lejana, casi como un sueño.

Lo conocía, sabía quién era, pero todo a su alrededor era tan abrumador que resultaba desesperante atrapar los detalles de su voz.

—¡Nia, ábreme!

Solo había una persona en todo el mundo que la llamaba así.

"Christian".

El terror la invadió. No podía dejar que la viera así y no podía saltar desde el techo... o quizás sí podría hacerlo. Escuchó cómo forzaban la puerta a golpes, miró al suelo bajo ella y encontró su ropa hecha jirones. Lo único que conservaba era el brazalete, que extrañamente ahora se encontraba rodeando su largo y delicado cuello. El cuarzo había desaparecido, volviendo a ser la misma piedra turquesa de antes.

No disponía de tiempo, la puerta no aguantaría mucho más. Debía elegir entre enfrentarse a Christian o huir, y la primera no era una opción. Ladeó la cabeza y por poco se fue de lado por el peso de los elegantes cuernos que ahora adornaban su cabeza. No podía dudar.

Escuchó las bisagras ceder, pero ya era tarde, ella ya se encontraba lejos, oculta entre la densa neblina.

El viento le acariciaba cada centímetro de su nuevo cuerpo y diminutas gotas de agua se adherían a ella, formando una telaraña de cristal sobre su piel. Lo que más la sorprendió, era lo natural que se sentía... Ni extraña ni ajena, como se esperaría al haber transformado cada centímetro de piel y hueso de su cuerpo. Se sentía plena, ligera... como siempre debió ser.

Algo la impulsó a ganar más altura. Ascendió por sobre las nubes, las cuales refrescaron como una ventisca helada su piel ardiente, y entonces presenció lo más hermoso que había visto en su vida hasta ese momento. Sobre las nubes no había lluvia ni oscuridad, sino luz. Una luz tan brillante, que podría haber destruido los ojos de cualquier humano, pero los de ella se adaptaron a esta con una facilidad impresionante. Todo estaba teñido de un vivo color anaranjado, ese hermoso tono que solo podías encontrar al alzar la vista al cielo durante el crepúsculo y a su vez, un tenue rosa se dispersaba ahí, donde nubes más altas aguardaban para hacer su entrada triunfal luego de la tormenta.

Algo en aquella luz que la atraía, haciéndola sentir que aquello tan hermoso había sido pintado especialmente para ella, dándole la bienvenida a los cielos.

De pronto, manchas negras comenzaron a nublar su visión. Imágenes terribles de fuego, sangre, destrucción y sombras sobre la tierra aparecieron tras sus párpados. Todo se oscureció.


❄️


Se encontró a sí misma, ataviada con un vestido negro, brillante y vaporoso. Observaba todo desde el centro de un campo de batalla. De su espalda se alargaban alas tan delicadas como las de un ángel y tan mortíferas como las de una bestia. Su color zafiro relucía aún en medio de toda aquella oscuridad. Sus ojos derramaban lágrimas involuntariamente, pero no podía moverse. No podía hacer nada. Estaba arrodillada en el suelo, con el amplio vestido desparramado a su alrededor y sus manos clavadas en la tierra. Entonces, alguien apareció.

Una mujer joven, cuyo cabello platinado le caía en suaves cascadas perdiéndose tras su espalda; con ojos de un azul profundo, cargados de angustia y pesar. Poseía una belleza casi angelical, que se veía potenciada por dos alas doradas que se plegaban a su espalda mientras se acercaba corriendo hacia ella, como si estuviera huyendo de algo o de alguien... Se sorprendió al encontrar un cierto parecido entre ella y aquella mujer, que, si bien le resultaba familiar, no lograba recordar. Sus facciones eran tan delicadas como las suyas, pero se encontraban contraídas debido al miedo. Skylar experimentó cierta tristeza, sintiéndose apenada ante la idea de que su aspecto fuera lo que había provocado el miedo de aquella hermosa y frágil criatura.

Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora