Capítulo VI: Traian Lovewood

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Skylar

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Todo pareció sumirse en un eterno silencio. Probablemente fueron solo unos minutos, pero Skylar sintió como si hubieran sido horas. El viento helado le atravesó la piel, como si se tratara de miles de agujas y el nudo en su garganta se tensó aún más.

—Pero... —empezó Skylar—. Espera, ¿cómo vas a ser Trai? —Las preguntas se arremolinaban en su cabeza, como un enjambre de abejas y por un momento se vio tentada a sacudir el aire ante ella, como si eso pudiera aclarar sus pensamientos—. No... —alcanzó a decir mientras recuperaba el habla—. Trai está en casa. . ¿Cómo es que dices ser él? ¿O que él eres tú? No es posible, tiene que ser una broma...

—Porque esta es la primera vez que cambio a mi forma humana desde hace años. Eras una niña cuando me viste por última vez de esta manera, es por eso que no lo recuerdas —replicó este.

—No puede ser, es imposible.

—No, no lo es. Soy un hijo de la luz y, como habrás oído decir a Marion, los seres de la luz poseemos ciertas peculiaridades mágicas. Aunque nosotros preferimos llamarlas dones. Mi don radica en poder alterar la forma de mi cuerpo a la forma animal que desee, aunque el nombre apropiado que se le da es "divergencia de forma". Tu seguridad como hija de la princesa Elizabeth siempre ha sido prioritaria y necesitabas un protector...

—¿Seguridad? —lo cortó Skylar, que aún no terminaba de asimilar todo lo que estaba sucediendo—. ¿A qué te refieres con "seguridad"?

Traian tomó aire y lo contuvo unos segundos. Skylar habría jurado que podía leer el dolor en sus ojos.

—La oscuridad te quiere Sky... —comenzó a decir este—. Siempre te ha querido. Eres muy especial para nuestra gente. Hay algo que Marion no te dijo, ella solo quería evitarte más confusiones...

—¿Qué quieres decir? —Skylar sentía el frío expandiéndose por su cuerpo de forma dolorosa y se aferró a la manta que la cubría.

—Los guardianes del cielo son la primera línea del ejército encargado de velar por la paz y el equilibrio. Mientras que los hijos de la luz son lo que la mitología humana conoce como "nefilims". Somos descendientes de los ángeles.

—¿Ángeles? —Skylar comenzó a llenar algunos vacíos en su mente, producto de la historia que le había contado su abuela y poco a poco, fue dándole sentido a las palabras de Trai. Entonces comprendió—. El sueño... Esa mujer...

La imagen de aquella mujer corriendo hacia ella en medio de un campo de batalla la azotó con fuerza. El recuerdo de aquellos ojos azules impregnados de miedo y tristeza la atravesó dolorosamente.

—"Hija" —alcanzó a decir en un susurro—. Ella me llamó hija... ¿En verdad era mi madre?

—¿Viste a la princesa? —Los ojos de Traian se abrieron como platos, la pregunta de Skylar claramente lo había tomado por sorpresa.

—S-sí, eso creo... la vi y luego comencé a caer y caer... —Se sentía mareada por la conmoción. Tomó aire y fijó su mirada en la de aquel extraño chico—. Pero mi madre está muerta... Murió tratando de protegerme.

—Al parecer, no. —Trai, como dándose cuenta del impacto que estaban teniendo sus palabras, se acercó con cuidado y se arrodilló frente a ella, aunque fue cuidadoso al mantener un par de metros de distancia. Skylar comenzó a temblar y se abrazó a sí misma con ambos brazos—. ¿Recuerdas lo que te dije acerca de que los hijos de la luz tienen ciertos poderes? Cada uno de esos dones se presenta con años, incluso siglos de diferencia. Solo vuelven a surgir cuando su anterior portador muere. Es un ciclo constante.

»El de la princesa Elizabeth era el don de la intervención. Podía intervenir los pensamientos y hacerte ver lo que ella deseara. Su habilidad podía afectar a los estados conscientes e inconscientes, permitiéndole manejar el área de la mente encargada de los sueños. Si lo que dices es cierto y viste a tu madre en una visión antes de perder el control de la metamorfosis, es porque ella intervino tu mente. Hasta el día de hoy, y a pesar de que ha pasado más de una década desde la supuesta muerte de la princesa, no ha habido ningún niño o niña nefilim que manifieste el don de la intervención y eso solo puede significar una cosa...

—Ella sigue con vida —culminó Skylar por él.

—Exacto.

Skylar se tambaleó. Su madre seguía con vida y de alguna forma había intentado comunicarse con ella.

"Peligro".

"Ayuda".

Ella la necesitaba.

—¿Cómo supiste dónde estaba? ¿Cómo llegaste a tiempo, antes de...?

—La piedra en tu brazalete perteneció a tu padre, James Garroway. No fui asignado a ti por casualidad, Sky. Tu padre y mi padre eran lo que se conoce como dragón y jinete. Guardianes e hijos de la luz han combatido juntos desde antaño. El dragón con su imbatible fuerza y el jinete con sus habilidades y dones. Nuestros padres portaban estas piedras.

Un sutil destello en la muñeca del chico captó su atención. Allí estaba, un brazalete idéntico al de ella.

—Son parte de un antiguo ritual —continuó Trai, rozando con los dedos su brazalete, como si hubiera leído los pensamientos de ella—. La gema se torna roja para alertar el peligro y en cristalina si el guardián está cerca de entrar en metamorfosis. Era su manera de saber que el otro estaba en apuros y así acudir en su ayuda. Mi padre perdió la vida en acción cuando la oscuridad atacó la ciudadela, al igual que el tuyo. Yo heredé su don, así como la piedra gemela a la que portas. Pero también heredamos algo mucho más fuerte, Sky. Nosotros heredamos el vínculo.

Skylar observó su muñeca y se sorprendió al ver que su brazalete se encontraba nuevamente en su lugar. La piedra turquesa descansaba sobre su piel con un tacto frío. Ella comenzó a decir algo, pero un sonido penetrante, como el chirrido del metal contra el metal, le hizo perder el hilo de los pensamientos. Era insoportable, sentía como si le estuvieran perforando los oídos con agujas. Finalmente, en medio de la agonía, un grito escapó de sus labios.

Traian corrió hacia ella con el cabello oscuro desordenado sobre los ojos y la alzó en sus brazos. Unas alas blancas surgieron tras su espalda, rasgando su camisa, y ambos se alzaron del suelo. El sonido aún era demasiado estridente para ella. Skylar se dio cuenta, por la tensión con la que Traian la sostenía, que él también estaba sufriendo por aquel sonido desgarrador. Cuando por fin pudo abrir los ojos y mirar a su alrededor, su vista se tornó borrosa; con cada parpadeo, vislumbró una figura oscura, como hecha de brumosa niebla negra, alzándose sobre un montón de cadáveres apilados unos sobre otros. Un par de ojos rojos como la sangre surgían en medio de aquella masa de humo, y sus fauces se abrían dejando entrever unas espeluznantes filas de dientes alargados y amenazadores.

Fue entonces cuando la vio de nuevo, sobre aquella pila de cadáveres, cubierta de sangre y ceniza, sus alas aplastadas por el peso de los muertos y sus preciosos ojos azules llenos de lágrimas y una desesperación que resultaba casi palpable.

No articuló palabra alguna, sino que pareció hablarle directamente a su mente.

"Skylar... corre".

Y entonces, todo desapareció, dejándola sumida en un pesado y oscuro sueño sin imágenes.


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