Capítulo II: Garroway

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Skylar

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La enfermera llamó a Marion y esta había ido a buscarla con una expresión preocupada. No podía culparla, ser llamada de urgencia para ir a buscar a tu seminconsciente nieta a la escuela no debía ser el panorama más agradable para un jueves por la mañana.

—¿Podrías decirme otra vez qué pasó? —le preguntó Marion mientras manejaba camino a casa, bordeando la zona costera de Kinsale. Las hermosas casas de vibrantes colores parecían cajitas de fósforos de distintos tamaños, apiladas una junto a la otra alrededor del mar Celta.

—No fue nada, abuela... —repitió Skylar por tercera o cuarta vez—. Chris y yo estábamos de camino a clase cuando me desmayé. Olvidé comer algo en el camino, y probablemente eso hizo que me descompensara o algo. La enfermera dijo que no era nada grave, pero que debía descansar.

Marion iba con la mirada puesta en el camino, pero por la forma en que tensaba los dedos sobre el volante, Skylar supo que se estaba preocupando más de la cuenta.

—Hey... —le dijo con tranquilidad—. De verdad no pasa nada. Estoy bien, solo me duele un poco la cabeza. Fuera de eso, me siento bien, en serio.

Marion suspiró.

—Tan solo no vuelvas a olvidar el desayuno... —le pidió con voz suave, aunque parecía distraída, como si su mente se encontrase en otro lugar.

—Lo prometo.

El resto del camino transcurrió en silencio hasta que llegaron a casa a eso del mediodía.

—Tengo que hacer una llamada —le dijo Marion antes de salir del auto—. ¿Estarás bien si te dejo sola un rato?

Skylar asintió, pero justo cuando iba a abrir la puerta, recordó algo.

—Abuela... ¿Está todo bien?

Marion pareció sorprendida por la pregunta.

—Sí, claro. ¿Por qué lo preguntas?

—Es que esta mañana mencionaste que querías ir al café del centro a hablar de algunas cosas. Solo quería cerciorarme de que estuviera todo en orden.

Los labios de Marion se despegaron como si fuera a decir algo, pero volvieron a cerrarse por un segundo. Preocupada, Skylar estuvo a punto de insistir en su pregunta, pero Marion llenó el silencio:

—Ah, eso —comenzó a decir despreocupada—. No es nada, solo era para pasar un tiempo juntas. Charlar mientras tomábamos un café y quizás ir al cine. Pero no te preocupes, podemos dejarlo para otro día, cuando te sientas mejor.

Luego de eso, ambas se bajaron del auto. Marion se dirigió a la cocina y Skylar se dispuso a ir a su habitación. Ni siquiera pudo responderle a Marion, el dolor de cabeza había limitado su respuesta a un leve asentimiento. Lamentaba haber estropeado los planes que su abuela había dispuesto para ellas esa tarde, pero siempre podían compensarlo al día siguiente. Mientras subía las escaleras, texteó a Christian y una vez que llegó a su habitación decidió recostarse un rato, con la excusa de que todavía sentía las secuelas del golpe en la cabeza, cosa que no se alejaba mucho de la realidad.

Las paredes de su habitación estaban pintadas de un lila claro, mientras que su cama estaba decorada con sábanas azules en distintos tonos. Junto a la ventana tenía un escritorio que daba a la casa de Christian. Cuando eran pequeños, solían hablar a través de aquella ventana usando teléfonos hechos con vasos e hilos, o escabullirse para acampar en medio del patio lateral que separaba ambas casas.

Tenía pequeñas luces de navidad colgando aquí y allá, para dar la impresión de que era diciembre durante todo el año, pues era su época preferida y algunos cuadros hechos por ella colgaban en la pared. Desde niña, siempre había tenido sueños extraños, en su mayoría pesadillas terribles que provocaban que despertase gritando en medio de la noche cuando era más pequeña, por lo que su abuela se quedaba a su lado contándole historias para tratar de calmarla.

Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora