Capítulo VII: "Mi nombre es Ragnor, Ragnor Gray"

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Skylar

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Cuando por fin despertó, ya no estaba en los brazos de Traian y el bosque había desaparecido. Se encontraba en una cama de dosel blanca. La habitación estaba pintada de un pulcro color crema y dos ventanas, una a cada lado de la cama, se alzaban cubiertas de unas delicadas cortinas color vino tinto. Estaba mareada y aún le dolía la cabeza, aquel sonido había dejado secuelas dolorosas en su memoria.

Levantó las sábanas y pudo observar que estaba vestida con un sencillo camisón verde agua que alguien debió colocarle estando aún inconsciente. El hilo de sus pensamientos se cortó abruptamente cuando cayó en cuenta de que estaba en un lugar desconocido. Todo lo que había parecido una pesadilla, su encuentro con Trai, su primera metamorfosis y su madre, cobraron vida en su cabeza una vez más.

Skylar percibió el sonido de unas pisadas que se acercaban e instintivamente se levantó de la cama de un salto, plantándose en una postura defensiva para desvanecer todo atisbo de vulnerabilidad. Desconoció esa reacción en sí misma, pero fue como si su cuerpo se hubiera dejado llevar por algo que no era capaz de controlar. Un gruñido subió por su garganta y Skylar apretó los dientes.

La puerta de dos hojas se abrió de par en par y Skylar tuvo que retener las ganas de gritar. Frente a ella, se encontraba un hombre joven que se abría paso con resolución en la hermosa habitación vestido de punta en blanco. Era alto y moreno, de cabello oscuro y ojos amarillos y en rendijas como un reptil, de apariencia un tanto petulante, pero misteriosa. Daba la impresión de no exceder los veintitantos años de edad y era extrañamente apuesto.

—Veo que ha despertado, señorita Garroway —la saludó con decoro—. Mi nombre es Ragnor, Ragnor Gray. Traian Lovewood te trajo aquí luego de que perdieras la conciencia en el bosque. Es posible que te sientas confundida, lo cual es entendible. Hay muchas cosas que explicar, pero espero que tu nueva habitación te parezca confortable.

—¿Nueva habitación? —alcanzó a decir Skylar, pero fue interrumpida casi de inmediato.

—De ahora en adelante, te alojaras aquí conmigo, el muchacho Lovewood y Marion Garroway —respondió Ragnor.

—¿Mi abuela está aquí? —Los músculos de su cuerpo se relajaron ante esta afirmación—. No lo entiendo... ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué no podemos regresar a nuestra casa?

La mirada del joven se suavizó. Skylar reconoció la expresión de su rostro, mucho antes de que las palabras salieran de su boca. Compasión.

—Me temo que la oscuridad la ha encontrado, señorita. Ha estado tras usted desde que nació, y ahora que experimentó su primera metamorfosis, ocultarla ya no es una opción.

—¿A qué se refiere con que me ha encontrado? Creí que la guerra había terminado, que la luz había triunfado después de la Segunda Guerra... —empezó a refutar Skylar.

—En efecto. —Asintió Ragnor Gray—. La luz triunfó en aquel entonces, pero eso fue hace ya muchos años. La oscuridad no se da por vencida fácilmente, busca de dónde agarrarse para volver a surgir —Pareció escupir las últimas palabras, pero recuperó la compostura casi al instante—. Sí, la oscuridad fue derrotada, pero eso no quiere decir que haya sido erradicada por completo. Las sombras tienen la molesta costumbre de reproducirse como parásitos.

Skylar podía darse cuenta a simple vista de que aquel hombre despreciaba la oscuridad. Un odio latente y profundo.

—Desde que el rey oscuro supo de su nacimiento, la ha estado buscando —prosiguió, con la naturalidad de quien relata un hecho abiertamente conocido—. Marion creyó que, al no presentar indicios de metamorfosis en sus primeros años de vida, ni presencia de un don de la luz, podría protegerla, aislándola de todo esto.

Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora