Capítulo I: Amatista

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Skylar

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Cuando abrió los ojos, la sensación familiar que sucedía al despertar tras una de sus pesadillas recurrentes, la envolvió. Era una de esas veces en que los recuerdos del sueño se borraban con la misericordiosa luz del día, pero no por eso el alivio fue inmediato. Su corazón palpitaba con tanta fuerza, que muchas veces había temido que este pudiera romperse en su pecho. Tenía el rostro empapado de lágrimas y una sensación gélida le recorría el cuerpo.

El despertador resonaba con estruendo. Skylar buscó a tientas el molesto aparato y logró apagarlo. Se incorporó con lentitud y limpió los rastros de lágrimas adheridas a su rostro con el dorso de una mano y la naturalidad de un hábito recurrente. Inspiró hondo y posó ambas manos sobre su corazón, con la esperanza de que eso lograse apaciguar los latidos desbocados y para su alivio, estos parecieron normalizarse poco a poco.

Sabía que a esas alturas ya debería estar acostumbrada, al fin y al cabo, sus sueños siempre oscilaban entre el vacío y los horrores que acechaban en sus pesadillas, pero estos eran tan vívidos que siempre lograban alterarla.

Bosques desolados, campos de tierra muerta cargados de niebla y sombras, un fuego abrasador consumiendo toda la vida a su paso...

Ni bien sus pies tocaron el suelo, reparó en la hora que marcaba el despertador y el alma se le cayó a los pies.

—Mierda...

Se colocó unos vaqueros, una blusa y zapatillas. Se detuvo un momento frente al espejo e hizo control de daños.

Por suerte no estaba tan mal, teniendo en cuenta que pasó la noche entera dando vueltas dormida. Tomó un cepillo y se desenredó el cabello mientras sus inusuales ojos amatistas le devolvían la mirada, cansados. "Un rasgo característico de nosotros los Garroway", como diría su abuela, restándole importancia al asunto. Y sí que era característico, teniendo en cuenta que nadie tenía unos ojos similares o por lo menos, nadie que ella conociera. De un profundo color amatista, que se diluía en un azul intenso con destellos dorados a medida que se acercaba más a la pupila.

Suspiró a su reflejo. No había forma de borrar las ojeras con tan poco tiempo a su favor, pero tendría que bastar. Tomó sus cosas con rapidez y metió los libros en la mochila. La noche anterior había acudido a una de las enérgicas reuniones familiares de los West y estaba visiblemente trasnochada.

"Podrás ser mi mejor amigo, Christian West, pero es la última vez que me convences de ir a una de tus reuniones familiares", pensó.

Los escoceses eran todo menos silenciosos y moderados, y la familia de Christian no era la excepción a esa regla. Habían venido de visita por el verano y su última noche decidieron celebrar a lo grande. Claro, ella fue invitada. Después de todo, su mejor amigo distaba mucho de ser un juerguista como sus tíos y primos, por lo que alguien debía de hacerle compañía.

Bajó las escaleras hacia la sala con prisa. El delicioso olor a pan tostado y mantequilla envolvía la estancia, lo que quería decir que Marion, su abuela, se encontraba en la cocina. Skylar se aproximó sigilosa y le dio un beso en la mejilla para despedirse, pero ella no se sorprendió. Nunca lo hacía.

—¿No desayunarás antes de irte? —le preguntó Marion con una sonrisa.

—Se me hizo tarde, Chris ya debe estar afuera, comeré algo de camino a la escuela.

—Vale —aceptó y le dedicó una sonrisa mientras asentía—. ¿Tienes algún plan para hoy?

—Mmm, nada en concreto, la verdad. ¿Por?

—Tenía la idea de que fuéramos a tomar un café a ese lindo lugar en el centro —respondió su abuela encogiéndose de hombros—. Me gustaría que habláramos sobre algunas cosas.

Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora