Skylar
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Skylar completó la transformación en cuestión de segundos, y el dolor se disipó con el éxtasis. Había olvidado cómo se sintió la primera vez que le abrió paso a la metamorfosis: era como si hubiera pasado toda su vida dentro de un envase de cristal y de pronto alguien destruyese su prisión, liberándola. La endorfina se expandía por todo su cuerpo en conjunto con la adrenalina. Se sentía viva, viva como nunca antes. Por un instante, recordó aquella frase que había escuchado una vez hacía años en clase de literatura: "los dos momentos más importantes de tu vida son el día que naces y el día en qué descubres el por qué". Este era su por qué, en toda su máxima expresión.
Abrió los ojos y pudo ver todo, cada partícula, cada rasgo y detalle que sus ojos humanos no eran capaces de percibir. Sintió algo frío rodeándole el largo cuello, y una vez más allí estaba su brazalete convertido en collar. Se sentía fuerte y ligera, como si hubieran roto las cadenas que la ataban a la gravedad.
Se irguió y quedó cara a cara con Sir Raoul Monnet, quien la examinaba detenidamente con sus enormes ojos terrosos y comenzó a caminar a su alrededor.
—Perfecto balance de alas y delicada terminación. Peculiar tono de piel, debo decir que nunca había visto algo parecido. Un color zafiro deslumbrante. Excelente tamaño, garras en buen estado, músculos bien desarrollados incluso para ser una iniciada. —La mirada de Sir Raoul centellaba mientras la observaba y finalmente se detuvo frente a ella—. Un magnífico ejemplar.
Skylar le sostuvo la mirada. En otras circunstancias, lo más probable es que se hubiera sentido incómoda bajo el escrutinio de Sir Raoul, pero en su forma de guardiana no existían esas banalidades. Debía mantener un temple a la altura de su estirpe. Mantenía una postura desafiante en todo momento, más por instinto que por otra cosa.
—Y buen carácter —finalizó Sir Raoul, complacido—. Pues bien, primero que todo, dejemos las formalidades. No necesitas llamarme por mi cargo en el Consejo. Los guardianes somos hermanos y hermanas, todos somos iguales ante los ojos de la Deidad. Puedes llamarme Raoul.
—De acuerdo, Raoul —se atrevió a decir. Las palabras brotaron de su garganta con soltura en aquel idioma desconocido.
Skylar pudo percibir un atisbo de sonrisa en las fauces de Raoul.
—Bien, hija del cielo, muéstrame lo que eres capaz de hacer. Comenzaremos por el vuelo, quiero que te eleves. Despliega tus alas y demuestra que eres una de nosotros.
Su petición despertó en Skylar cierto nerviosismo. Solo había volado una vez y básicamente fue un impulso, no algo premeditado.
"Tranquilízate... Tu cuerpo está hecho para volar, ya lo has hecho antes, así que puedes hacerlo".
Rascó el suelo con sus garras sintiendo la tierra, haciendo un intento por aislar todo lo demás, mientras se concentraba en aquella sensación. Cerró los ojos y se agazapó. "Vuela... elévate del suelo". Intentó recordar cada detalle de la última vez que lo hizo. En su memoria parecía sencillo, pero se preguntaba si sería capaz de volverlo a hacer. Agitó sus alas con fuerza un par de veces, pero nada sucedió.
Frustrada, abrió los ojos. Marion, Ragnor y Trai observaban en silencio. Raoul, por otro lado, emitió un sonido gutural que expresaba disgusto. Quería provocarla y lo estaba consiguiendo.
—¿Y bien?
Cerró sus ojos una vez más, e intentó abstraerse de todo lo que la rodeaba. Ya lo había hecho con anterioridad, no podía ser tan difícil. Lo recordaba, recordaba elevarse en los cielos y la sensación de la lluvia sobre su piel aquel día, una sensación tan liberadora como si hubiera vuelto a nacer en aquel mismísimo instante. Debía ser capaz de repetirlo, tenía que hacerlo.
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Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]
FantasySaga Trono de luz y oscuridad. Libro 1: Fuego Celeste. --------------------------------- Una noche, Skylar Garroway despierta entre gritos y lágrimas debido a un dolor cortante que la desgarra desde adentro. Siempre había tenido pesadillas, pero nin...