Skylar
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Esa noche, cuando su abuela se retiró de su habitación para dejarla descansar —si es que así podía llamársele—, sus sueños fueron turbulentos y sin sentido. Había espejos y ojos dorados devolviéndole la mirada a donde quiera que mirase, océanos de plumas azules que se abalanzaban sobre ella.
Cuando Skylar abrió los ojos, se sentía aún más cansada que cuando al fin había logrado dormirse la noche anterior. Se irguió y luego se dejó caer de espaldas contra la cabecera de la cama, sintiéndose como si todavía estuviera dentro de una pesadilla y un destello de esperanza nubló sus pensamientos.
"Tal vez todo fue un mal sueño", pensó para sus adentros, tratando de convencerse a sí misma de la irrealidad de la situación.
En verdad, deseaba que todo lo de la noche anterior hubiera sido producto de su imaginación, pero no era así. El brazalete alrededor de su muñeca, con una piedra similar a una turquesa, era una prueba tangible de eso. Si la observabas con detenimiento, podías saber que esa gema era particularmente extraña, como si tuviera algo vivo moviéndose dentro de ella, como un turbio y brillante océano.
"Este brazalete pertenecía a tu padre. Es muy importante que lo uses de ahora en adelante, pues te ayudará a saber cuándo te encuentres en peligro, ya que la gema adoptará un color escarlata, asemejándose a un rubí y de igual manera te alertará cuando tus emociones se encuentren desequilibradas, lo que provocaría que tu organismo desencadene tus genes de guardiana, conllevando a una metamorfosis involuntaria, volviéndose cristalina como un cuarzo", le había dicho Marion antes de que el agotamiento pudiera contra ella.
Skylar suspiró.
Se sentó en la cama y notó que Trai descansaba a sus pies, un precioso lobo albino con ojos de color verdeazulado. Su presencia se sintió como un consuelo. Desde que tenía memoria Trai había estado con ellas. Él, Marion y Christian conformaban lo que era su pequeña familia. Tenía casi la misma edad que Skylar, pero seguía viéndose como un lobezno en muchos aspectos. Ahora que lo pensaba, aquello era un poco extraño, pero lo que menos le apetecía en esos momentos era ponerse a profundizar al respecto, por lo que decidió apartar esos pensamientos. Con todo lo que había sucedido la noche anterior, lo menos que deseaba era sumergirse en una indagación tonta. Skylar amaba a Trai. Era más que una "mascota". Trai era su compañero, su confidente.
Casi sufrió un infarto cuando sintió su teléfono vibrar en el bolsillo trasero de sus jeans. Sin darse cuenta, había dormido con la misma ropa con la cual regresó de la escuela el día anterior.
El dispositivo clamaba tres llamadas perdidas de Christian.
—Debe estar preocupado... —pensó en voz alta, sintiéndose muy cansada de pronto. Los recuerdos de su conversación con su abuela se arremolinaban en su cabeza. Era sorprendente como una noche había sido capaz de trastocar su vida por completo. Todo se sentía diferente, ella misma, su habitación, el mundo a su alrededor. Como si de repente todo pendiera de un hilo.
Tecleó un mensaje con rapidez y decidió meterse en la ducha, con la esperanza de calmar su mente y el dolor que la recorría de pies a cabeza.
Tuve una larga noche, te veo en el porche en 20.
Aún era temprano, así que se tomó su tiempo para disfrutar de la normalidad que implicaba un buen baño de agua caliente. "Normalidad", aquella palabra se escuchaba tan lejana en esos momentos, tan vaga y vacía. Mientras se duchaba, percibió bajo sus dedos las marcas aún ardientes que le surcaban los omóplatos, y dejó escapar un quejido por el dolor que el agua le provocó al contacto con la piel todavía sensible de su espalda. Cuando terminó, se envolvió en una toalla y se dispuso a desenredarse el cabello mojado con los dedos. Durante un breve momento, dudó si debería o no llevar a cabo una idea que surgió en su mente y finalmente, armándose de valor, se giró frente al espejo del tocador del baño y tuvo que cubrirse la boca con una mano debido a la impresión. En su reflejo, Skylar vio por primera vez las marcas de las heridas. Las cicatrices atravesaban sus omóplatos como dos relámpagos cobrizos sobre la piel blanca, una prueba indiscutible que disuadió cualquier duda sobre si todo fue real o no.
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Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]
FantasySaga Trono de luz y oscuridad. Libro 1: Fuego Celeste. --------------------------------- Una noche, Skylar Garroway despierta entre gritos y lágrimas debido a un dolor cortante que la desgarra desde adentro. Siempre había tenido pesadillas, pero nin...