Capítulo XXVII: Regreso a Gealaí

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Skylar

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A partir de ese punto, todo sucedió muy rápido. Skylar se tomó unos minutos para cambiarse de ropa a algo que consideró como más adecuado para su llegada a la Base Sur de los guardianes. Cuando se quitó la sudadera de suave algodón gris, se dio cuenta de que la prenda despedía un suave olor a perfume que antes le había pasado desapercibido. El aroma evocó la imagen de Traian en sus pensamientos y un sentimiento extraño se alojó en su pecho. Con cuidado, dobló la prenda y la dejó sobre la cama para entregársela a su dueño más tarde.

Skylar se unió a Marion y a Zafrina, quienes habían estado esperándola en el pasillo. Las tres descendieron por las escaleras hasta el salón principal, dirigiéndose a la recepción, donde ya se encontraban los demás. Todos, excepto Christian. Se había colgado el bolsito de cuero con el memoriae dentro de él y lo llevaba a un costado, tenerlo cerca la hacía sentir un poco más segura. Sintió una punzada de curiosidad cuando reparó en que, tanto Ragnor como Traian, llevaban abrigos de piel y este último como notando su atención, buscó su mirada con la suya, pero Skylar la apartó deliberadamente. Aún no estaba lista para enfrentarlo.

Cloe, al igual que su madre, se encontraba vestida enteramente de negro y aquellas ropas la favorecían mucho, puesto que resaltaban su figura. La chica se acercó a ellas, ofreciéndoles dos abrigos con el mismo aspecto invernal que los que portaban Ragnor y Trai.

—Deberían ponerse esto antes de salir, el cambio de temperatura podría ser demasiado abrupto.

Marion le sonrió en agradecimiento, pero rechazó educadamente la oferta con un gesto.

—Viví la mayor parte de mi vida en este lugar antes de casarme y adoptar el Clan Norte como mi hogar. El cuerpo de un guardián puede adaptarse a cualquier condición. No será necesario, querida.

Cloe se encogió de hombros y dejó los abrigos en un perchero cercano a la puerta.

Skylar se sorprendió al darse cuenta de que Tara Dawson se encontraba junto a Ragnor. Sus manos aún se encontraban atadas con aquel refulgente lazo verde. La expresión en su rostro era ausente, como si apenas fuera consciente de dónde se encontraba. El iris de sus casi transparentes ojos grises parecía cubierto por una neblina, le habían trenzado el cabello rojizo y llevaba puesto un grueso abrigo, al igual que los demás.

Ragnor, quien se dio cuenta de que tanto ella como Traian estaban observando a Tara con desconfianza, se adelantó a hablar:

—Tiene un hechizo aturdidor. Está despierta, pero no está consciente de su entorno. Aunque debo admitir que es realmente encantador estar cerca de ella y no tener que escucharla, no es más que una medida de seguridad. Luego del incidente con Christian, me vi en la necesidad de enviar un mensaje a Raoul y ambos determinamos que lo más prudente es mantenerla bajo control hasta que podamos enjuiciarla.

—¿Enjuiciarla? —inquirió Skylar, sin desviar la vista de Tara. Se sentía extraño verla tan quieta, casi parecía más una muñeca que una persona.

El recuerdo de lo sucedido cuando sus poderes afloraron, la hizo estremecer de ira. La imagen de Christian, inmóvil en el suelo, provocó que su corazón doliera, sobre todo porque junto con esa, otras memorias se hicieron presentes. Christian riendo, Christian ayudándole a estudiar historia, Christian recordándole que, sin importar su herencia, ella no dejaría de ser la que era, al menos para él.

Y el beso. No se había detenido a pensar en eso después de todo lo ocurrido, pero antes de que pudiera profundizar en ello, unos golpes en la puerta principal de la mansión, interrumpieron el hilo de sus pensamientos.

—Sus acciones ameritan un juicio, las agresiones a seres humanos no son tomadas a la ligera por nuestra gente —continuó diciendo Ragnor. Había un rastro sombrío en su expresión desde lo sucedido con Christian. Ninguno de ellos sabía a ciencia cierta qué había ocurrido exactamente cuando este descubrió la verdad sobre Carsten, lo único que si era seguro es que, aunque intentaba actuar con la misma naturalidad y seguridad que habituaba, algo lo tenía preocupado.

Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora