Capítulo XXI: La chica del espejo

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Skylar

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La noche era oscura y helada. Todo se encontraba sumido en el más profundo silencio y no había rastro alguno de la presencia de las estrellas, ni tampoco de un alma, solo la luna rojiza oculta tras la neblina iluminaba con su tenue resplandor aquel extenso prado. Skylar lo reconoció al instante, ya había estado allí antes en un sueño, pero para aquel entonces, el suelo había estado repleto de cuerpos sin vida y el aire se encontraba impregnado con el penetrante olor de la sangre. En ese momento, todo estaba sumido en una pesada calma. Su largo vestido negro ondeaba con la brisa, mientras mantenía la mirada fija en la luna.

Entonces, ella apareció.

—Te estuve esperando —le dijo con voz suave y familiar.

Skylar concentró su atención en aquella figura a escasos metros de ella, encerrada en un marco dorado con bellos detalles tallados en el fino oro. Un precioso espejo de su tamaño exacto. Era el mismo que Christian había sostenido frente a ella en su sueño, excepto que la primera vez fueron los inicios de la metamorfosis lo que vio en el espejo.

Su reflejo.

—Los reflejos no pueden hablar —respondió con extrañeza, su voz amenazaba con perderse en el suave ulular de viento.

La chica del espejo sonreía, radiante.

Era como estar viendo su propio reflejo, pero con una voluntad enteramente independiente y ajena a ella. La tez blanca y tersa, la misma figura y el mismo vestido, el mismo hoyuelo bajo la esquina derecha del labio inferior. El cabello oscuro como la noche le caía con delicadeza por la espalda. La única diferencia entre ella y la chica del espejo eran sus ojos, de un rojo espeso y profundo como la mismísima sangre, sus pupilas alargadas como rendijas, similares a las de un animal y carentes de cualquier vestigio de humanidad.

—Sabes que no soy solo un reflejo, estoy aquí por ti —mientras hablaba con ella, cada palabra se encontraba impregnada con una ternura que parecía infinita.

Colocó su mano contra el cristal, como invitándola a acercarse.

Skylar dio unos pasos hacia adelante, pero mantuvo una distancia prudencial. Su corazón parecía jalar de ella, deseando acercarse para acortar lo más posible la distancia entre ella y la chica del espejo. Pero su cuerpo y su mente le decían que no debía hacerlo, que debía ser cuidadosa.

—Aún no me has dicho quién eres —exigió Skylar.

—Yo soy tú, y tú eres yo. Somos una sola.

El sonido de las hojas de los árboles en las lejanías llenaba el ambiente con su sonoro crujir. Sentía que la conocía de alguna parte, de algún lugar. No podía explicarlo. Aquella chica en definitiva no era ella, ni viceversa. Sin embargo, no podía quitarse de encima la idea de que ambas conformaban dos piezas complementarias la una con la otra, aunque no sabía hasta qué punto.

—No me has dicho tu nombre —la presionó Skylar.

—Porque ya lo sabes.

—No, no es cierto. No te conozco.

—Me conoces desde antes de nacer. Mucho antes de abrir los ojos a este mundo, éramos solo tú y yo —le dijo en un susurro, un secreto compartido—. Ven, acércate y te lo demostraré.

—No confío en ti —le respondió Skylar, casi como un acto reflejo.

—Aprenderás a hacerlo. —Entonces, ella salió del marco del espejo, como si de un velo transparente se tratara y caminó lentamente hacia Skylar con los brazos abiertos, en ademán de querer envolverla con ellos.

Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora