Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]

Capítulo XXXV: "Más de lo que puedo admitir".

Skylar

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Aunque Skylar deseó con todas sus fuerzas que lo que había hecho tuviera algún tipo de resultado, no podía evitar sentirse como una tonta. Hablarle a la pared no era precisamente un plan, pero de algún modo sentía que el fuego celeste podía escucharla, como si fuera algo vivo, una especie de extensión de sí misma. Por supuesto que la irrealidad de la situación le hacía imposible no albergar el temor al fracaso, pero el voto de confianza que depositó en el fuego celeste al susurrarle por ayuda, era la única opción que le quedaba dadas las circunstancias.

Cada minuto que pasaba encerrada en aquella habitación se sentía eterno y desmoralizante. Traian se sentó en el suelo a su lado, mientras que Cloe se había posicionado lo más lejos de ellos que pudo. Skylar no pudo evitar sentir cierta pena por ella. Aquella soledad que percibió a través del vínculo que compartieron brevemente, la dejó con una sensación amarga dentro de ella.

A su lado, Traian se removió inquieto, su mirada estaba fija en el techo, pero Skylar se sorprendió al encontrar tristeza en sus facciones. Antes de que pudiera preguntarle al respecto, la voz de Trai se deslizó en sus pensamientos.

—"Fue su guardián" —le dijo pausadamente, abriéndose paso en la intimidad de su vínculo—. "Yo no tenía idea..." —en sus palabras había un tinte sombrío, un sentimiento de aflicción tan intenso, que resultaba tangible para Skylar—. "Ethan... era su guardián".

—"¿Era...?".

—"Está muerto".

Aquellas dos palabras se clavaron en ella, haciendo que todo adquiriera un doloroso sentido. Esa inmensa pena y aquel vacío tan desolador e interminable... Miró a Traian y se dio cuenta de que este también se encontraba afectado.

—"Hace tiempo, los Karamakov visitaron la Ciudad de Luz para una cumbre, que tuvo lugar un par de años después de la muerte del rey Maximilian. El poder político había sido depositado en los antiguos mientras se designaba lo que sucedería a continuación. Yo era todavía muy pequeño y, además, había quedado huérfano, por lo que me encontraba al cuidado de las sacerdotisas eruditas.

»Fue durante esa cumbre que se consolidó la idea de reinstaurar un Consejo de tres representantes para dirigir a los reinos ocultos y Ragnor, quien fungió como mi benefactor hasta ese momento, decidió que lo mejor sería que Marion se quedase con mi custodia, ya que yo ni siquiera conocía a los Karamakov y mi tío, el esposo de Zafrina, tenía fama de ser un hombre no muy dado a la paternidad. Claro que lo que Ragnor también sabía y los demás no, era que tanto la reina Evangeline como la princesa Elizabeth se hallaban vivas y a salvo en Gréine, junto con las pequeñas hijas de esta última, por lo que era probable que el vínculo entre dragón y jinete de nuestros padres se heredase en nosotros... y bueno... aquí estamos".

—"Pero... ¿la reina Evangeline no hubiera podido asumir el trono?".

Traian negó con la cabeza.

—"Evangeline era la reina consorte y los hijos de la luz son en extremo fieles a la línea de sucesión, por lo que su preservación siempre ha sido un tema que no se toma a la ligera. Si bien todos descendemos de algún modo de Arael, el trono ha pasado de generación en generación en manos de primeros hijos a primeros hijos. Las demás ramas del extenso árbol ancestral que engloba nuestra raza, proceden de segundos hijos en adelante, casados con humanos y posteriormente entre hijos de la luz, al menos en su mayoría, una vez que los vínculos consanguíneos se disolvieron hasta ser casi inexistentes. Elizabeth era la heredera legítima, pero tú... Bueno, tú y tu hermana, eran su prioridad debido a su sangre híbrida.