Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]

Capítulo L: Arkaema

Skylar

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Las sombras se abalanzaron sobre ella. El inesperado impacto la dejó sin aire. La sensación asfixiante de vacío justo entre las costillas, provocó que Skylar cayera sobre su costado, mientras luchaba desesperadamente por respirar. La herida que le había provocado la arpía le escocía, pero no podía compararse a todo lo que estaba ocurriendo dentro de ella.

En su interior, podía sentir cómo la metamorfosis peleaba con garras y dientes por librarla de aquella sensación opresiva que le impedía moverse, expandir sus pulmones o articular palabra alguna, pero los intentos de su propio cuerpo por ayudarla no hacían más que provocar a la bestia hambrienta que deseaba hacerse con ella. Un monstruo sediento de poder y que ansiaba el delicioso efecto que el fuego celeste había encendido en sus venas tras arribar en Gealaí.

La nieve fría se adhería a su rostro y sus lágrimas eran gotas ardientes que le quemaban la piel, dejando surcos en carne viva mientras se deslizaban por sus mejillas. A través de una serie de destellos de oscuridad, fue capaz de escuchar voces pronunciando su nombre, voces que jamás había escuchado y aun así la llamaban a través de las sombras; algunas no eran más que susurros, mientras que otras clamaban desesperadas por auxilio.

El sello protector de Traian había mantenido las sombras al margen, apacibles como lo estaría cualquier bestia enjaulada, expectantes a cualquier señal de debilidad que pudiera generarse en su cautiverio. Bastó una grieta para que estas fueran poseídas por un instinto capaz de arrasar con cualquier cosa que se interpusiera entre ellas y la libertad que se extendía lejos de su prisión.

—¿Q-qué sucede...? —su propia voz le sonaba distante, una vela a punto de apagarse.

Cuando volvió a hablar, la voz de aquella mujer pareció disipar las sombras, como si ella fuese el viento que aperturaba los cielos grises.

La vida de Traian Lovewood se extingue.

Pronto morirá, y junto con él desaparecerá el sello que te protegía de los dones relacionados a la intervención mental y que había conseguido apaciguar tu caos.

—¿Mi caos...?

Podía sentir como si dentro de ella todo se estuviera resquebrajando, casi podía escuchar el sonido del cristal astillándose en sus oídos. Toda ella se sentía como una pieza de cristal que se agrietaba, mientras una repentina ansia se deslizaba a través de Skylar, una pequeña grieta que se expandía más y más con cada intento de contenerla, amenazando con partirla en dos. Las palabras: "la vida de Traian Lovewood se extingue", hicieron eco en su interior.

El caos es el potencial oscuro que poseen todos los seres vivos.

La ira desenfrenada, la soledad, la sed de venganza, el miedo y la pérdida...

Son algunos de los detonantes del caos.

Muchos de los que habitan las sombras no surgieron de esta, sino que son individuos que se entregaron al caos.

El caos funge como una fuente inestable de poder, cuyo precio es demasiado alto.

El caos es el fuego que consume y devora todo a su paso.

Sus palabras poco a poco le fueron dando un sentido a todo lo que estaba sintiendo. Cada una de sus terminaciones nerviosas parecían gritar con vida propia, clamando por más poder y la deliciosa sensación que conllevaba. La añoranza estaba arrastrándola al borde del delirio. Su cuerpo temblaba y no tenía las fuerzas necesarias para levantarse.