Skylar
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Los copos de nieve que lograban evadir el intrincado laberinto de ramas y hojas cristalizadas caían suavemente sobre su rostro. En ese preciso instante, ella no recordaba con exactitud cómo había llegado a aquel apacible lugar, solo sabía que estaba aquí y ahora con Christian.
Sus labios se encontraban unidos en un beso suave. La boca de Chris se deslizaba con delicadeza y nerviosismo sobre la suya mientras la mantenía cerca de él, envolviéndola en sus brazos. Skylar lo abrazaba y se dejaba llevar por él, todavía demasiado sorprendida como para saber qué hacer o qué pensar.
Comenzó a sentirse mareada, tal vez por la impresión del asunto. A su alrededor el aire se tornó pesado. Lo que habían sido delicados copos de nieve chocando contra su piel, ahora eran goterones cálidos que comenzaban a caer con mayor rapidez.
Christian pareció no darle importancia, la abrazó con más fuerza y dejó que sus labios se sumergieran más y más en los de ella. Skylar cada vez se sentía más débil, como si algo le estuviese arrebatando la vida desde adentro hacia afuera. Trató de liberarse del abrazo de Chris, pero no podía moverse, estaba atrapada. Su cuerpo no respondía y una sensación gélida se expandía dolorosamente en su pecho. Fue en ese momento, cuando sintió cómo su cuerpo reaccionaba ante la presunta amenaza. La metamorfosis en ella luchaba por darle fuerza para que pudiera zafarse de aquel agarre, que no solo la aprisionaba, sino que estaba haciéndole daño.
Logró abrir los ojos de golpe y fue capaz de ver el rostro de Christian, al tiempo que un grito de horror comenzaba a nacer en su garganta. Lo que vio en aquel momento, finalmente desencadenó una oleada de adrenalina que le permitió alejarse de él. Se llevó una mano a los labios y otra al estómago para tratar de apaciguar las náuseas que comenzaron a doblar su cuerpo fruto del pánico. Lo que ella pensó que eran gotas de agua, resultaron ser gotas de sangre.
El cielo había sido despojado de su plateada hermosura invernal, para dar paso a una noche tormentosa y desolada. La nieve desapareció y en su lugar, ríos de sangre se arremolinaban a sus pies conforme esta caía del cielo. La sangre surcaba el rostro de Christian y este parecía no darse cuenta, quizás porque aún se encontraba demasiado desconcertado por verla alejarse. La miró confundido por un instante y de pronto, el horror atravesó su mirada con tal intensidad, que trastabilló. Chris observó las palmas de sus manos y fue como si al fin pudiera evidenciar que lo que caía sobre ellos ya no era nieve ni mucho menos lluvia, sino sangre.
Skylar cayó de rodillas luchando por respirar. Sintió cómo su cuerpo recuperaba lentamente su temperatura normal y su calor corporal diluía con desesperación el hielo que le recorría las venas. La metamorfosis ardía en ella, devolviéndole su energía vital y cuando se encontró con la mirada de Chris, se quedó paralizada.
El iris de su ojo derecho comenzó a tornarse de un color extraño; de un momento a otro, el gris pareció consumirse, dando paso a una mezcla entre ámbar y dorado. Aquella mirada le resultaba terriblemente familiar por la sensación que transmitía, como un mar de agonía y fuego, el tipo de fuego que consumía todo a su paso. Podía sentir el deleite en la miseria que recorría el llameante iris de Christian, una perversidad que parecía quemarla mientras la miraba. Ella ya había visto una mirada similar en dos ocasiones.
Skylar sintió una punzada de dolor en la muñeca y entonces vio cómo la piedra de su brazalete adquiría por primera vez una tonalidad rojiza y brillante como la de un rubí, lo que dejaba en evidencia que estaba en peligro. Intentó retroceder, pero la tierra se había mezclado con la sangre volviéndola resbaladiza. Eso la hizo perder el control y ya no pudo retener el nudo que le oprimía la garganta. Fue entonces cuando gritó con todas sus fuerzas.
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Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]
FantasiaSaga Trono de luz y oscuridad. Libro 1: Fuego Celeste. --------------------------------- Una noche, Skylar Garroway despierta entre gritos y lágrimas debido a un dolor cortante que la desgarra desde adentro. Siempre había tenido pesadillas, pero nin...