Skylar
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—Es un placer volver a verte, princesa —siseó Carsten. Aunque aquella era la voz de Christian, la manera de hablar de Carsten hacía que cada palabra se escuchase diferente al salir su boca.
A Skylar la recorrió un escalofrío. La mirada de Carsten era prepotente y orgullosa, pero también penetrante, como si quisiera hurgar en su alma y adueñarse de cualquier debilidad. Claramente, se encontraba encantado de la reacción que había provocado en ella.
Skylar se esforzó por respirar hondo. No le daría el gusto a aquel demonio de mostrarse afectada. A su lado, Traian dio un paso adelante en ademán protector. Podía sentir la ira dentro de él.
—A ti nunca te he visto, Carsten Dumort —habló Skylar con voz plana, intentando mantenerse imperturbable—. ¿Qué has hecho con Christian?
Carsten sonrió divertido, relamiendo la sangre de sus labios. A primera vista, Skylar había temido que Carsten hubiera lastimado a Christian. Sin embargo, al detallarlo con un poco más de detenimiento, se dio cuenta de que este se encontraba en perfecto estado, demasiado perfecto a decir verdad. Aunque ella no pudiera sentir el frío que la rodeaba, estaba segura de que debían encontrarse a más de cincuenta grados bajo cero.
Ningún ser humano normal podría resistir aquellas temperaturas, mucho menos estando descalzo sobre la nieve. Sus pies deberían estar negros debido a la congelación a esas alturas y su piel tendría que lucir las típicas quemaduras producto del frío inmisericorde. Aun así, Christian parecía estar perfectamente, como si se tratara de un príncipe de hielo, inmune a su entorno. Por otro lado, aunque Skylar sentía cierto alivio de que este se encontrase bien, la amarga duda sobre la procedencia de la sangre en su rostro y sus ropas le impedía mantenerse completamente centrada.
Una vez más, Carsten sonrió encantado, como si cada palabra que salía de la boca de Skylar se tratase de música para sus oídos.
—Digamos que se encuentra profundamente dormido. No creo que lo veamos por algún tiempo.
—¿¡Qué hiciste con él!? —exigió Skylar.
—¿Yo? Más bien, ¿tú qué hiciste con él? —respondió este en un tono de acusación—. El pobre chico perdió a su madre y su hogar, todo por tu culpa. Deambulando solo, como un fantasma en esa mansión, pasando las noches en vela leyendo montones de libros para poder acoplarse a un mundo al que no pertenecía, solo para servirte de algo. Todo esto, mientras sufre por su madre muerta.
Sus palabras se clavaron en su corazón, dejándola sin aire. El recuerdo de la madre de Christian se sentía aún como un corte en su pecho, demasiado reciente y doloroso, el tipo de herida que se queda contigo por siempre. Si para Skylar resultaba duro pensar en Adele, no podía ni imaginar cómo sería para Chris, quien siempre se mostró tranquilo y con una cálida sonrisa para ella. "Hasta siempre", le había prometido, a pesar de su propio dolor y sentido de pérdida. Le había prometido que siempre estaría a su lado, aun cuando de no ser por ella, los oscuros no habrían atacado su casa y tomado la vida de su madre.
"Por mi culpa lo perdió todo... Y aun así, me hizo esa promesa".
La pena se cernía sobre ella como una pesada sombra, sus manos comenzaron a temblar y la piedra de su brazalete se estaba cristalizando peligrosamente.
—"No dejes que entre en tu mente, Sky. Eso es lo que quiere. Está buscando tu punto de quiebre" —la voz de Traian llenó sus pensamientos, apenas alejándola del dolor.
Carsten enarcó una ceja con diversión. Levantó una de sus manos y acarició el aire, como si pudiese sostener un hilo invisible. Una sensación repugnante recorrió el cuerpo de Skylar. Era como si la estuvieran tocando lascivamente sin su consentimiento, un sentimiento desagradable que flotaba a su alrededor y se movía dentro y a través de ella. A su lado, Traian parecía estar experimentando lo mismo, sus puños se encontraban cerrados con fuerza a ambos lados de su cuerpo.
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Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]
FantasíaSaga Trono de luz y oscuridad. Libro 1: Fuego Celeste. --------------------------------- Una noche, Skylar Garroway despierta entre gritos y lágrimas debido a un dolor cortante que la desgarra desde adentro. Siempre había tenido pesadillas, pero nin...