Skylar
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Ragnor y Raoul se encargaron de ser lo suficientemente encantadores con la multitud para que nadie notase que Skylar no se encontraba del todo bien.
—¡Esta joven aquí presente es nuestra heredera, quien unificará a nuestro pueblo con el de la luz, aún más que los vínculos latentes entre dragones y jinetes! —había exclamado Raoul a los guardianes ahí presentes— Pero, como bien saben, el viaje hasta Gealaí puede resultar agotador, por lo que la princesa debe descansar.
Gestos de asentimiento y comprensión se manifestaron en la multitud, como una oleada de cálida empatía. Skylar agradeció internamente tener a Raoul de su lado, pues ostentaba un don innato para hacer valer su palabra sobre las masas.
Cuando volvieron a entrar en la mansión, tanto Raoul como Ragnor les anunciaron en privado que esa misma noche irían a la Ciudad de Luz para presentar el caso de Lady Tara, convocando un juicio en contra de sus acciones al agredir a Christian e intentar llevarse a Skylar. Lo más probable era que la inmortal fuese relevada de su cargo como miembro del Consejo Inmortal y directora de la Luminus Academy. Sabía que eso debía reconfortarla, Tara pagaría por lo que hizo y de una u otra forma obtendría justicia; pero lo cierto es que no había alivio en ella, solo una sensación de vacío.
Una vez que Raoul se despidiera, alegando que debía dejar algunos pendientes resueltos antes de partir a la Ciudad de Luz, Ragnor les informó que, de momento, quería llevar la condición de Christian lo más discretamente posible hasta que tuviera una idea de cómo proceder, por lo que les había pedido a todos que mantuvieran silencio respecto a lo sucedido en la habitación bajo el conjuro de Orión incluso con Raoul, al menos por ahora.
La noche siguiente tendría lugar una enorme cena de bienvenida en honor a ella y Marion. Según parecía, cuando un guardián regresaba a su tierra de origen era motivo de regocijo para todo el pueblo. Ragnor y Raoul volverían por la mañana, y puesto que el baile de presentación había sido un desastre debido al decreto de guerra, ni siquiera fue necesario esclarecer en voz alta la importancia de aquel evento con la comunidad de los guardianes del Sur.
La cantidad de aliados que Skylar pudiese recolectar en el escaso tiempo que les quedaba, podía significar un factor determinante ante la guerra que se avecinaba con peligrosa rapidez.
Skylar caminaba con pesadez hacia su habitación, agotada hasta los huesos. Con todas las pesadillas que había estado teniendo últimamente, no había podido recuperar fuerzas como era debido en sus escasas por no decir casi nulas horas de sueño.
Se permitió cerrar sus ojos por un instante y el recuerdo de aquel mar de ojos amatistas la abrumó.
Sabía que era su deber mantener una postura firme, inspirarles confianza, no podía mostrarse temerosa como la primera vez... Tal como había dicho Marion, algún día ella sería su reina y era su deber ser la cabeza de este ejército.
"Futura reina", apenas podía dar crédito a la magnitud de esas palabras y lo que implicaban...
Era en momentos así cuando le resultaba más difícil recordar cómo había sido todo antes de conocer la verdad. Los días se sentían como años, cada segundo que pasaba se sentía más irreal que el anterior.
Había llegado al pasillo donde se encontraba su habitación y la luz proveniente del exterior, filtrada a través de la pared de cristal que se extendía de tramo a tramo, llamó su atención. La vista era desgarradoramente hermosa, como salida de un sueño. Gracias a los libros que se había dedicado a estudiar en la biblioteca, sabía con exactitud dónde se encontraba: la Antártida, el Polo Sur del planeta. Todo se debía a que las bases de los guardianes se encontraban estratégicamente posicionadas, de manera que pudieran abarcar ambos hemisferios de la Tierra, siendo Gealaí la Base Sur y Gréine la Base Norte.
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Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]
FantasiSaga Trono de luz y oscuridad. Libro 1: Fuego Celeste. --------------------------------- Una noche, Skylar Garroway despierta entre gritos y lágrimas debido a un dolor cortante que la desgarra desde adentro. Siempre había tenido pesadillas, pero nin...