Capítulo XXIV: La marca oscura

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Ragnor

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Cuando Ragnor abrió los ojos, todavía se sentía desconcertado, pero sobre todo, inhumanamente exhausto. Su cabeza estaba apoyada en el regazo de Marion y Skylar se había arrodillado a su lado, su mirada cargada de preocupación fue lo primero que vio al despertar. Ragnor no pudo evitar sentir compasión por ella, era claro que no entendía nada de lo que sucedía y por supuesto, nadie podría ofrecerle una explicación tampoco. No había forma de que los demás presentes en aquella habitación supieran a lo que se estaban enfrentando. A él mismo todavía le costaba creerlo.

—Ragnor, ¿qué sucedió? —le preguntó Marion y en su voz pudo distinguir la nota de tensión que dejaba su verdadera incógnita flotando en el aire.

¿Qué tan malo es?

Ragnor se incorporó con lentitud, su cuerpo estaba dolorido y agarrotado. Trató de hilar sus pensamientos, pero eran demasiadas cosas para digerir. El curioso e inquisitivo muchacho que tras el ataque de los oscuros había quedado huérfano y al que, a petición de Marion y bajo su propia incapacidad de dejarlo ahí solo, le había permitido entrar en su mansión, no era humano. La marca en su ojo era la prueba latente. En medio del trance en el cual se vio atrapado, no había estado en absoluto con Christian West.

Dentro de él habitaba algo siniestro, que hacía ya mucho tiempo se había dado por muerto, no solo por el Consejo Inmortal, sino por la monarquía y los antiguos. No tenía idea de cómo podría decirle esta verdad a Skylar sin quebrarla, pero esperaba que fuera lo suficientemente fuerte para soportarlo. Él mismo esperaba tener la fuerza suficiente para hacerle frente a la amenaza que se cernía sobre ellos y proteger a los que amaba.


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Skylar

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En medio de la confusa y aterradora situación con Christian, el bosque que se había erigido a su alrededor desapareció. Todo sucedió demasiado rápido, como ver un mecanismo caerse a pedazos; el suelo bajo sus pies se sacudió con fuerza y de pronto todo se desvaneció.

La habitación que una vez se encontró bajo el conjuro de Orión, con sus inimaginables proporciones y sus ambientes cambiantes, se esfumaron como si nunca hubiesen estado allí. Ahora se encontraban en una habitación corriente y sin ventanas, con las paredes pintadas de un color crema simple y un piso de madera oscura.

Ragnor examinaba su alrededor con la mirada y Skylar se percató de la tensión en su rostro cuando este se fijó en Traian y en cómo había logrado inmovilizar a Christian, manteniéndolo con ambas manos sujetas tras su espalda, impidiendo que escapase. Aunque este último ni siquiera parecía tener la fuerza suficiente para resistirse, se veía pálido y enfermizo, como si hubiese pasado días sin comer o dormir.

Skylar no se había percatado de lo consumido que estaba. Chris de por sí era de contextura delgada, pero al fijarse con cuidado, podía denotar cómo los huesos de sus pómulos se apreciaban ligeramente marcados bajo la piel de su rostro. Su clavícula resaltaba dolorosamente a la vista ahí donde su camiseta se había deslizado y bajo sus ojos, las ojeras azules que no habían sino empeorado en el último par de días, ahora parecían dos manchas amoratadas.

En un parpadeo, los ojos de reptil de Ragnor parecieron adquirir algún tipo de comprensión, como si su mente estuviera trabajando a gran velocidad mientras su cuerpo recuperaba fuerzas. Skylar examinó su rostro en busca de algún indicio, algo que pudiera ayudarla a entender qué estaba pasando.

Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora