Capítulo XII: La leyenda de Andrómeda

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Skylar

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"9 de Julio... ".

En lo único que podía pensar Skylar era en cómo lo único que los separaba de la fecha del decreto de guerra a sangre fría era poco más de un mes.

A su alrededor se había formado un alboroto del que apenas era consciente, pero el tumulto no hacía sino abrumar dolorosamente sus sentidos. En su cabeza, un montón de pensamientos se hilaban entre sí. Su madre seguía viva y el rey oscuro, Alexei Dumort, la mantenía prisionera.

Traian la sostenía con delicadeza. En otras circunstancias, Skylar se habría liberado de su agarre apenada por el contacto tan íntimo, pero ahora agradecía tener un soporte. Ragnor hablaba con los otros dos miembros del Consejo a unos metros de donde estaban ellos y Marion trataba de calmar a algunos de los invitados más alterados. Skylar no alcanzaba a escuchar las palabras de su abuela, pero era más que evidente que, entre los presentes, era una figura respetada y admirada. Quienes estaban a su alrededor parecían calmarse con su presencia y la tranquilidad que intentaba transmitir con sus gestos surtía efecto en los más atemorizados.

—¿Cómo te encuentras? —le susurró Traian, mientras la ayudaba a sentarse en una silla y se arrodillaba frente a ella. Su mirada estaba impregnada de genuina preocupación.

—Yo... no lo sé... Me duele mucho la cabeza —Toda ella era un manojo de nervios. "Malvada sea", ni siquiera podía controlar el temblor que se había apoderado de sus manos—. Trai... ¿Por qué tengo todos estos sueños y visiones...?

—Creo que tu madre está tratando de comunicarse contigo.

—¿Qué vamos a hacer? —Skylar comenzó a divagar mientras intentaba levantarse—. Mi madre está viva, cautiva por esa cosa. Y el decreto... Debo entregarme, debemos encontrarla...

Trai reaccionó a su débil intento de ponerse en pie y la tomó por la muñeca, instándola a permanecer sentada, justo cuando una voz masculina irrumpió a sus espaldas.

—¿Acaso está bromeando? ¡De ninguna manera! Usted es la mejor posibilidad que tenemos de vencer de una vez por todas al rey oscuro. —En medio del caos, un muchacho de apariencia latina se acercó a ellos. Sus ojos castaños y almendrados se mostraban conmocionados, como si no diera crédito a las palabras de Skylar.

El chico, al contactar visualmente con ella, parpadeó con cierto asombro y pareció reconsiderar cómo se había expresado.

—Me disculpo por mi intromisión, señorita Garroway —comenzó a disculparse a la vez que un tenue rubor le subía por las orejas—. Pero permítame tomarme el atrevimiento de refutar sus palabras. ¡No puede ceder ante ese hijo de...!

—Oh vamos, Esteban. Ni siquiera sabemos si la profecía es sobre ella. Así que no perdemos mucho entregándola — le interrumpió una chica que se había acercado hasta ellos—. Por el contrario, podríamos salvar muchas vidas considerando las que perderíamos si ignoramos este decreto de guerra.

Era alta y esbelta, con el cabello negro y brillante tomado en una cola de caballo alta que la hacía ver demasiado mayor, aunque debía tener aproximadamente la edad de Skylar. Llevaba un vestido plateado de satín y tenía unos enormes ojos almendrados color miel. Habría parecido más bonita, si no fuera porque sus rasgos se veían endurecidos por su ceño fruncido.

—¿Y usted es? —preguntó Traian, contrariado por la intervención de la chica y poniéndose de pie.

—Nathaly Goul. Es un gusto conocerte, Traian Lovewood. —Esbozó una sonrisa a Traian, sin prestarle la menor atención a Skylar—. Hija de la luz. Y él es mi pequeño y crédulo hermano, Esteban.

Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora