Skylar
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Skylar regresó a su habitación a altas horas de la noche, puesto que se había quedado con Christian y ambos perdieron la noción del tiempo. No volvieron a hablar luego de que este último le prometiera que se quedaría con ella, pero Skylar se recostó en su hombro hasta que el sueño pudo con su resistencia y se quedó dormida. En algún punto sintió como Christian la alzaba en brazos, pero el cansancio que sentía era tan grande, que ni siquiera pudo abrir los ojos cuando la llevó hasta su habitación, dejándola con delicadeza en su cama y cubriéndola cuidadosamente con el edredón de plumas.
Sus sueños fueron tumultuosos y desarticulados. Plumas azules manchadas de sangre, la visión de un cielo gris del que caía ceniza como si fuera nieve y unos ojos rojos buscándola entre la niebla.
La sensación de una mano acariciando su rostro comenzó a disipar las imágenes formadas en su subconsciente. El tacto era cálido sobre su piel fría. A pesar de estar cubierta de pies a cabeza con las sábanas, el frío se colaba a través de estas, por lo que aquella calidez se sentía más que bienvenida.
—Sky...
Quien quiera que estuviera susurrando su nombre, ahora tocaba suavemente su cuello. Había un olor a manzanas en el aire, y algo más. ¿Canela quizás?
—Skylar... Despierta...
Poco a poco, la claridad se hizo más visible a través de sus párpados, pero aún se sentía muy pesada como para levantarse o abrir los ojos. Permitió que aquel extraño ser de sus sueños la acariciara un poco más.
Todo parecía irreal. Tal vez lo había soñado todo, abriría los ojos y se encontraría en su cama, en su habitación, y el mundo seguiría siendo corriente y predecible. Christian la esperaría en el porche para ir a clases e ignorarían las estupideces de Amanda. Llegaría a casa para encontrarse con Marion y antes de dormir verían una película, mientras Trai se acurrucaba con la cabeza sobre sus rodillas, permitiéndole acariciarlo hasta que se quedase dormido.
—Despierta, Dulcinea, es hora de entrenar.
"Entrenar...", la palabra retumbó en su subconsciente.
Abrió los ojos de golpe y se encontró con Traian recostado a su lado, su mano todavía acariciándola con delicadeza. La observaba divertido, probablemente por su reacción de incorporarse de golpe y sonrojarse.
—¿Qué haces aquí? —preguntó alterada.
Traian sonrió con orgullo.
—He venido a despertarte.
—¿¡Y para eso tenías que acostarte a mi lado... y tocarme de esa forma!?
Una sombra de decepción atravesó la mirada en los ojos de Trai.
—Antes no parecía molestarte que te despertara así —la tristeza con la que pronunció aquellas palabras, provocó en ella una punzada de culpa.
Él tenía razón. En su forma lobuna siempre había estado con ella, dormía a su lado y de vez en cuando la despertaba con caricias en su rostro. Era difícil pensar que el chico que tenía enfrente, de cabello castaño... y humano, seguía siendo su Trai.
—Lo siento, Trai... Todavía no me acostumbro a verte así, es todo —argumentó Skylar suavizando su tono.
—Puedo comprenderlo —respondió el aludido, abandonando su expresión anterior y adquiriendo una seriedad abrumadora.
Vestía unos pantalones negros ajustados y una camisa gris con los primeros botones abiertos, permitiendo una detallada vista de su clavícula.
—Intenté dejarte dormir lo más posible, pero ya es pasado medio día y nos están esperando —comenzó a decir este, incorporándose. Su semblante se tornó distante—. Te he dejado el desayuno en la mesita de noche y unas ropas acordes en tu armario. Salimos en media hora.
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Fuego Celeste © [Disponible en Librerías]
FantasySaga Trono de luz y oscuridad. Libro 1: Fuego Celeste. --------------------------------- Una noche, Skylar Garroway despierta entre gritos y lágrimas debido a un dolor cortante que la desgarra desde adentro. Siempre había tenido pesadillas, pero nin...