Cap. XVII [Me siento mucho mejor]

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NARRA GIULIANA.
Febrero ya estaba llegando a su fín. En unas pocas semanas, comenzaríamos la facultad.

Algunos recuerdos del pasado aún me horrorizaban, pero nada de ello me impidió seguir adelante. Tampoco a mi amiga.
Obviamente renunciamos a nuestros puestos en el bar. Y de Loan... no supimos nada más. Es como si la tierra se lo hubiera tragado.

Los chicos están de gira. La semana pasada comenzaron, y no perdimos contacto con ellos. Siempre estamos mensajeándonos en el grupo. O haciendo videollamadas. Casi siempre, al finalizar los shows nos llamaban para contarnos cómo lo habían vivido.

Debo admitir, que extraño a Guido. Pero cuando lo veo en el escenario, disfrutando de lo que hace. Con una amplia sonrisa sobre su rostro. Lo siento en casa, ese es su hogar.

Era miércoles. Mitad de semana. El sol se escondía tras las grises nubes esparcidas en el cielo de la ciudad de Buenos Aires.

____ se encontraba durmiendo a mi lado. Ambas estábamos acostadas en bolsas de dormir. La noche anterior, había sido una noche de películas. Miramos de todo. De romance. De ciencia ficción. Algunas policiales. Siempre fuimos muy fanáticas de ellas.

Recuerdo que de pequeñas, mirábamos Hannah Montana. Siempre. Día tras día. En mi casa o en la suya.
¡Qué recuerdos!

Me levanté y decidí sorprenderla con un desayuno. Lo preparé y se lo dejé en la pequeña mesa del living. Yo me preparé un té, y lo tomé mientras miraba por la ventana. Al finalizar, fuí a ducharme. El calor y la humedad de la ciudad, hacían justicia.
Salí y me coloqué un vestido al cuerpo de color beige, y mis Puma Fenty en tonos champagne. Desenredé mi pelo y lo dejé caer sobre mis hombros.
Cuando finalicé, _____ ya estaba despierta y disfrutando de su desayuno.

Verla, después de todo era un privilegio. Algo increíblemente milagroso. Poder disfrutarla y tenerla junto a mi, era de las mejores cosas que podían pasarme en esta vida, además de conocerla. Disfrutar de su amistad, de esas noches eternas, donde revivíamos nuestros mejores momentos. Verla despeinada, mal vestida. Sin maquillaje. O verla impecable, como sólo ella sabía estar. Arreglada, perfumada y con una sonrisa despampanante. La amaba, con todo mi corazón.

NARRA _____.
Me desperté con el desayuno listo y calentito. Giuli se me había adelantado. Podía sentir el ruido de la lluvia caer en el baño, por lo que asumí que se estaba duchando. Tomé mi celular, y navegué por Instagram. Extrañaba a mi novio, por lo cual, stalkearlo se había vuelto una adicción para mí. Ver sus fotos en recitales, de gira. Con fans, o de próximos eventos, me hacían sentirlo cerca.
Cada vez faltaba menos para volverlo a ver. Verlo llegar es lo que más añoraba.
Aunque mi cabeza deseaba dejar de pensarlo tanto, y no molestarlo, mi corazón realmente pedía a gritos verlo, hablar con el, un mensaje, lo que sea.

Por lo que, marqué su número y lo llamé. Así. Sin rodeos.

La llamada se hacía eterna. Él no contestaba. No estaba preocupada, ni desconfiaba de él. Sólo deseaba escuchar su voz. Aunque sea una vez.

-"Te comunicaste con el teléfono de Pato... Dejá el coso, el... Mensaje después del tono. *Pip*"- su buzón me saludó.

Me guardé las ganas de hablar con él para otro momento, y le di un fondo a mi café.

Cuando Giuli terminó de asearse, vino al living. Podía verla observándome. Seguramente riendo por dentro debido a mi elegante peinado.

Sí. Es ironía, amigos.

Me paré. Estiré mis brazos, y bostecé exageradamente, para hacer reír a mi amiga. Funcionó, ya que pude ver su amplia sonrisa ante mi acto infantil.
Su sonrisa era maravillosa. Encantaba a cualquiera. Estaba realmente contenta de que esté acompañada de una persona como Guido, estaba segura de que el la valoraría. La acompañaría, y nunca, pero nunca estaría sola.

El día estuvo demasiado aburrido. Ya eran las 9 p.m, y el calor y la humedad en el pent, hacían que todo se haga más pesado. Me bañé y ordené mi habitación, además del desastre que habíamos plasmado en el living.

Mi celular sonó.

-¡Morocha!- escuché su voz del otro lado. Pato.

-¡Hola hermoso!¿Cómo estás?- dije feliz de oírlo.

-¡Re feliz, mi amor!No te imaginas lo bien que me hace escucharte, hablar con vos. Te extraño y ¡Necesito llegar y abrazarte mucho!- escuchar eso hizo que aumentaran mis ganas de él.

-¡Sos tan lindo!Yo también te extraño y necesito realmente que vuelvas. Estos días se me están haciendo eternos sin vos- dije algo triste.

-Tengo una mala noticia...- dijo. Mi cara se transformó- Tenemos gira durante un mes más. Pero no sé cómo hacer para no dejar todo e ir corriendo con vos- finalizó.

-Es... ¿Enserio?- dije decepcionada- ¿Un mes más? ¡Pero iban a venir en una semana!.

-Si... Ya se. ¡Perdoname!- dijo triste- Creo que... hay algo que podes hacer para no extrañarme tanto- el sonido de su voz se escuchaba raro-.

-¿Qué puedo hacer?- pregunté mientras me sentaba en mi cama.

-Pensá mucho en mi, con fuerza. Abrí la puerta. Imaginame, como si estuviera ahí.

-¿Y después qué? ¿Me suicido porque no estás ahí?- dije graciosa mientas me paraba e iba hasta la puerta- Todo esto es en vano, no estás.... Ahí- dije perpleja.

Allí estaba. Parado frente a mi. Con el teléfono en su mano. Sonriente y esperándome con los brazos abiertos.
Corrí hacia él y nos fundimos en un largo beso. Apasionado, de esos de reencuentro. Enredé mis piernas a su cadera y lo abracé muy fuerte.

Me era inevitable no soltarlo. Estos pequeños reencuentros me recordaban cuánto lo amaba, y lo feliz que me hacía poder tenerlo cerca. Cuánto significaba para mí.

Y sí. Lo más lindo de las despedidas, son los reencuentros.

Solo es imposible si lo crées. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora