[No sé donde va este camino, tampoco donde quiero estar] Part. II

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NARRA GIULIANA.
No podía entenderlo. No quería aceptarlo. Ella era incapáz de hacer una cosa así, de dejarme en mi mejor momento. Esa no era ella. Una parte de mi sabía que algo estaba mal.

Estaba sentada en el sillón, mirando por la ventana. Tenía una taza de café entre mis manos. Trataba de pensar tranquila, pero las hipótesis de Gastón, cuales pensaba en voz alta, me sacaban de quicio.

Giuliana- ¡Basta!- dije fulminándolo con la mirada- No le pasó nada de eso. Ella está bien, es solo que... Necesita un tiempo, quizás- dije intentando ser positiva.

-[¿Dónde te metiste, _____?]- pensaba.

NARRA PATRICIO.
Luego de leer ese mensaje, me levanté del sillón y caminé lentamente hacia la habitación de ____. Abrí la puerta. Todo estaba ahí. Sus fotos. La cama desordenada, producto de la última vez que durmió ahí. La ropa en su lugar, sus maquillajes. El perfume que me volvía tan loco. Me asomé a la ventana. Desde ahí se podía ver todo. La gente caminaba sobre la avenida, parecían hormigas. Tan diminutas e insignificantes.

Tomé coraje y me senté en la cama, donde alguna vez fuimos uno. Donde compartimos más que noches apasionadas. Las mejores y más sinceras charlas fueron ahí. Donde nos desnudamos, no sólo de cuerpo, sino también de alma. Dejamos de lado el temor y la vergüenza, mostrándonos tal cual somos. Mostramos nuestros miedos, nuestros proyectos. Nuestras ideas. Aquella cama, donde le juré amor eterno.

No podía con tanto. Las lágrimas se desprendían de mis ojos sin piedad. No podía creer que todo estaba pasando, de nuevo. Ya la había perdido una vez. Comenzaba a creer que todo era por culpa mía.

Patricio- ¡No debí dejarla ir! ¡Debí haberla seguido! ¡Debí haber estado con ella!- gritaba mientras tiraba todo al piso.

Un ataque de ira y bronca se hizo presente. Necesitaba sacarme la angustia con la que cargaba.
Me tiré al piso a llorar. Boca arriba. Miraba el techo.
Me sentía terrible. Giré mi cabeza, y ví algo que me llamó la atención.

Me paré y me acerqué a la cama. Bajo la misma, habían varias cajas de colores, bastante grandes. La curiosidad me visitaba, por lo que decidí abrir una. Lo que ví ahí me conmovió.
Retratos míos. Pequeños y grandes. De mi cara. De mis manos. Mis ojos. Fotos mías, de esas que sólo ____ sabía sacar. Desprevenido. Dormido. Mirando a la nada. Esas fotos que tanto le gustaban.

Una pequeña lágrima rodó sobre mi mejilla al ver todo eso. Seguí abriendo cajas, y era más de lo mismo. Fotos nuestras, mías. Fué en ese momento, cuando me di cuenta de que esa mujer me amaba. Más de lo que me demostraba. Más de lo que se puede amar a cualquiera.

Tomé de aquella caja azúl, una foto de los dos. Fué de una de las primeras salidas. Ella sonreía y abrazaba mi cintura, mientras que yo tomaba la foto. Era verano, pero llovía en la cuidad. Empapados y corriendo como dos nenes, así estábamos esa noche. Amaba esa foto, ella salía hermosa. Era de mis fotos favoritas. Decidí llevármela.

Miré una vez más a la ventana. Intentaba hacer memoria, de algo. Una pista. Un recuerdo. Lo que sea que me indique dónde estaba.

Flashback.
- Todo vuelve, hijo de puta- dijo ____ cerca de su oído- Y esto no queda acá. Vos vas a pagar por todo lo que me hiciste, te lo juro como que me llamo ___ ______.

Loan- No... no queda acá- dijo el infeliz.

Fin del Flashback.

Solo es imposible si lo crées. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora