[El sol está saliendo] Part. II

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NARRA GIULIANA.
Esa pequeña cajita llamó mi atención desde el primer momento. Aquellas palabras, "querés casarte conmigo" retumbaban en mi cabeza. Asentí sin dudarlo.

Giuliana- Si... Si, sí mi amor. ¡Si!- me abalancé sobre el, y lo abracé con toda mi fuerza. Claro que quiero. ¡Si!- dije sin soltarlo.

Pude notar que lloraba, casi en silencio, aunque aún así, lo noté.
Lentamente me alejé. Él aprovechó para despejar su rostro de las lágrimas que lo visitaban.
Me miró sonriente. No lo podía creer.

Tomó mi mano y lentamente introdujo aquel anillo dorado en mi dedo anular. Lo miraba. Él no dejaba de sonreír, y yo tampoco.

Guido- Te amo, te amo, te amo- beso mi naríz.

Pellizqué mi mano disimuladamente. Y no, no despertaba. No era un sueño. Era la realidad, y no había realidad más hermosa que la que estaba viviendo en ese momento.

Caminamos por el lugar, le conté más de la ciudad. En ese preciso momento, sólo éramos el y yo. No importaba nadie más.

Guido- La sorpresa no termina acá...- dijo mientras retiraba un sobre azúl de uno de sus bolsillos, y lo depositaba en mis manos.
¡Ese misterioso sobre!
Miré aquel sobre, lo miré a él. Quien parecía estar más entusiasmado que yo.

Lo abrí. Y mis ojos se humedecieron en ese mismo instante. Lo miré, varias lágrimas se deslizaban por mi rostro.
Una estadía en Miami, Florida. Para dos. En ese momento, nada fue más natural en mí, que abalanzarme sobre él para abrazarlo, una vez más.
Era una caja de sorpresas, no dejaba de sorprenderme ni un segundo. Y estaba convencida de que era el hombre de mi vida.

Giuliana- Guido yo...No puedo aceptarl...- me interrumpió.

Guido- Es para vos. Es por vos. Sé que viajar hasta allá es tu sueño. Que conocer esas playas, es lo que más deseas. Yo quiero verte felíz, y este regalo es lo menos que puedo hacer por vos.- dijo.

Giuliana- Te amo...- él me miraba a los ojos. Esos ojos que tanta paz me transmitían- No es por lo que me das, ni por lo que haces. Es por lo que sos. Por lo que me haces sentir. Porque te las ingenias para enamorarme todos los días. Porque día tras día, me levanto con ganas, porque sé que vas a estar ahí. Conmigo. Juntos.- entrelacé nuestras manos. Y besé sus nudillos- Juntos, mi amor. Somos vos y yo. Nadie, ni nada más. ¡Y que el mundo siga girando!- el sonrió una vez más.

Nos quedamos por algunos minutos mirándonos. Sus ojos, a los míos. Los míos, a los suyos. Sin soltarnos. Esta pequeña eternidad de vida que tenía, la compartiría con el. Nada más importaba. Nada influía. Él. No necesitaba nada más. Me hacía feliz. Me ponía contenta. Me ponía nerviosa. Siempre supo cómo mantener intacta la llama, que solo los dos sentíamos. Cómo mantener intactos los sentimientos. Seguían allí, aunque a veces parecían perderse. Al verlo, recordaba que tenerlo en mi vida, es lo que le daba sentido a todo.

Guido- Lamento que este viaje sea tan corto, y que tengas que despedirte...- continuó- Pero, nos tenemos que ir a casa.

Casa.

Asentí. Nos acercamos a aquel árbol, donde anteriormente habíamos estado. Talamos nuestras iniciales con una de sus púas. Era de metal. G y G. Un corazón cercaba las letras. Tomamos las cosas, y nos dirigimos de la mano hacia un auto que nos esperaba.

Mi marido. ¿Quién lo diría?

Subimos al auto. En el viaje hasta el aeropuerto, le conté a Guido algunos lugares que moría por mostrarle. El juró que volveríamos.

Llegamos. Subimos a aquel lujoso avión, que ese día, era solo para nosotros. Despegó. Pude visualizar aquel vapor sólido que rodeaba al pequeño avión. Tomé una fotografía de aquella bella imagen. Guido me miraba concentrado.

Solo es imposible si lo crées. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora