39.

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FERNANDA SANTINI

¿Podría alguna vez estar en paz en esta vida?

No.

¡Claro que no!

Era tan mágico estar entre los brazos de Carlos y sentir sus cálidos besos, pero definitivamente no me duraría el gusto.

— ¡Joven Carlos sabemos que esta es su casa! —gritaba un maldito periodista—, ¿Podría salir y hablar con nosotros?

Un momento increible casi para pasar a más y el timbre empezó a sonar, la puerta a temblar de tonto golpe y gritos de periodistas que efectivamente habían descubierto nuestra casa.

— ¿Cómo demonios pudieron entrar a las residencias?

— Carlos, mi amor. —Lo tomaba de la mano—, es obvio que le pagaron a la seguridad por dejarlos entrar.

— Me quejare con los encargados. —Carlos se miraba realmente molesto— voy a salir a hablar.

— ¡Espera!

Lo detuve con delicadeza, me encanta verlo con mi pintalabios Corinto en su rostro y gran parte de su boca y despeinado pero eso lograría más de que hablar a los periodistas si salía así.

— No vas a salir así.

Lo guíe a la habitación del baño como si ya supiera todo en mi futura casa de hace unas horas, saqué una toalla pequeña y la moje para limpiarlo, él se sento en la orilla de una hermosa tina la cual disfrutaré si o sí.

— Eres tan hermosa, siempre estás hermosa.

Sonreí.

— Una noche llegaste muy cansado y yo aún estaba embarazada. —Él me miro atento—, me dijiste que hermosa eres.

—Lo sé, fue la vez que me obligaste a ayudarte en el baño.

Por un momento los gritos de los periodistas dejaron de escucharse o al menos para mi cuando él me vio directamente a los ojos, él recordaba lo que me dijo...

—Toda mi vida pensaba en este momento, toda mi vida soñe con abrazarte y besarte.

Carlos me miraba sonriente y una vez más lo bese olvidando que lo manchaba de pintalabios de nuevo.

—Quiero que me perdones.

Él me vio confuso y con una sonrisa de lado pregunto.

— ¿Por qué?

—Porque no miraba más haya de tu hermano y no apreciaba tus cumplidos y tus miradas sonrientes dispuesto a alegrarme si mi día era gris.

— Yo te perdono... Pero hay un pago por eso.

Lo vi sonriente cuando dijo eso tan a doble sentido.

—¿Cuál?

— Que usted señora Cameron me bese como si fueramos a morir hoy mismo.

¡Te dijo Señora Cameron!

Cállate conciencia...

Cilliti cinciincii... ¡Besalo!

Al cabo de unos minutos después luego de besarnos como él pedía salimos hablar con los periodistas, por supuesto bien arreglados.

—¡Allí están!

todos los periodistas se levantaban y corrian a nuestra puerta pero Carlos era el que más hablaría.

Yo seré una linda estatua porque no lo nieguen si habló seria hasta meter la pata más de lo que debo...

Okey mejor estoy en silencio en mi pensamiento también.

—¿Señor Cameron es cierto que morirá su hermano?

— No tengo la respuesta a eso pero sé que él pasará un buen tiempo en prisión.

—¿Qué pasará con el niño?

—Se quedará con su madre obviamente.

—¿Por qué no salía luego?

—Porque no queríamos ¿Algún problema?

Casi me reía a tal respuesta de mi novio.

Oh-ohh ya me vieron.

—¿Señorita Santini es usted secretaria?

— Sí.

—¿Conoció a Carlos Cameron allí?

—No.

—¿Usted aún vive con su madre?

—Sí.

—¿Tiene algo que contarnos?

—No.

—¿Prontamente se casara con el joven Cameron?

—Sí.

—¿Dejará de contestar en monosílabos?

—No.

Entonces fue el turno de Carlos reír ante mis respuestas, él sabia que apenas me acostumbraba a los lujos imaginen hablar con la prensa, era tonto lógicamente soltar la lengua a los amarillistas.

—Bueno eso es todo, feliz noche amigos. —concluyó Carlos entrando conmigo a la casa—, Dejen de joder por hoy.

Dijeron algunas cosas más pero si tienen que responderse pues la puerta les contestarán, pero al entrar fue llamado Carlos.

— ¿Hola?

Puso el altavoz y Lourdes lloraba.

Dicen que murió en prisión.

El teléfono cayó al piso...

Vientre en Alquiler #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora