Vientre en Alquiler #1

20.

— No podemos suministrar medicamentos, debemos bajar la presión y luego hacerle una cesárea.

El doctor Harris le daba su opinión al doctor ya exhausto, ciertamente el doctor Garrido necesitaba un descanso pero no podia dejar a esa muchacha así.

— Carmen y los demás, llevemos a la señorita Santini a Emergencias.

Los otros doctores y enfermeras actuaban rápido, confiaban en que el doctor con experiencia pudiera sacar del peligro a la joven. Por otro lado el doctor Harold Harris se quedo helado en su lugar, ¿Santini?

Cuando él y Erin mantuvieron una relación el próspero en su trabajo y se iba de giras obteniendo diplomas y reconocimientos, todo iba de maravilla hasta que Sonia su actual esposa apareció y lo cautivo. Erin por su parte le dio la noticia de su embarazo pero él la abandono con la escusa que no estaba listo para casarse y mucho menos ser papá.

¿Ella era su hija?

¿Qué fue de su primer amor y aparentemente la hija de los dos?

— Garrido, ¿Dónde estan los familiares de ella?

— Sala de espera.

Harold se encamino a dicha sala, efectivamente encontrando a Erin Santini y a un joven castaño tomando café. Ella estaba con ropa casual, despeinada y con sus ojos hinchados, el joven llevaba un traje formal y con ojeras en el rostro.

¿Será posible que él sea el papá?

¿Su hija estaba en peligro?

Sonrió y suspiro no con cansancio si no con culpabilidad, en ese preciso momento se imagino todo lo que hubiera hecho con su hija y si tal vez hubiera hecho bien las cosas no estaría su hija así.

— Doctor, lo necesitan en Pediatría.

— Gracias Samanta.

La enfermera se retiró, y al voltear a ver vio a más personas  con Erin. El doctor Garrido se encontraba ya con ellos y el director del hospital el cirujano Fabricio Saenz.

— Según los resultados la joven ya cumple los seis meses de embarazo este jueves.

— Sí, doctor. —Respondía Erin y los demás excepto Josh—, ¿Qué pasara?

— Es posible que se le practique una cesárea, pero debemos estabilizar a Fernanda. — Contestaba el doctor Garrido.

Todos asienten, mientras el doctor recomendó  todos ir a descansar pero nadie quiso irse. Pero acordaron turnarse, los doctores se retiraron.

— Yo no me muevo de aquí.

Hablaba el castaño y casi todos dijeron lo mismo, mientras Harold pensaba no se percató que Erin lo reconoció pero dejo pasarlo a segundo plano. Su hija era más importante que una herida y un reencuentro con el hombre que un día amo y que la lastimo.

Porque para ella, él era un desconocido y no era el padre de Fernanda...

Eran las siete de la noche cuando Harold reunio todas las fuerzas para ir a ver a su hija, pero en el camino se topo con Garrido y el castaño dirigiéndose a sala de emergencias.

— Dígame que ella estará bien.

— No podría decirtelo en este momento, pero si prometo hacer todo lo posible.

En ese momento el chico entró a la sala y al cubículo de cortinas número diez, antes de entrar él ya iba llorando.

— Fer, tienes que despertar amor. —Harold se escondio en el otro cubículo para escuchar— Cielo yo te prometo que todo va estar bien, nos casaremos tendremos nuestra casa, hijos y todo lo quieras.

Harold sonrió, se recordo haciendo esas promesas...

— Sin ti no se que será de mi vida, se que me escuchas y sabes algo te amo como nunca amé a nadie. Te ame desde siempre, siempre, siempre.—Harold lloro al escuchar al castaño llorar— Mi pequeña Fernanda por favor lucha, lucha por ti, ese bebé, tu mamá, por mi.

Carlos besaba su mano, miraba a su amada conectada a varias máquinas y sentía el corazón hacerse trizas. Encontró una silla donde sentarse y se puso a su lado volviendo agarrar su mano.

— Recuerdo como adoras pintarte las uñas, como odiabas la plancha de pelo. Pero ese dia de la cita en la pizzería te mirabas hermosa, nunca te habia visto arreglada tan así para mí —Carlos sonrió y Harold continuaba escuchando.— Cuando despiertes y salgas de aquí todo cambiará y será mejor.

Harold salió del cubículo pues su turno acabo, mientras iba camino a su casa pensó:

La vida te da sorpresas...

Sorpresas te da la vida.