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FERNANDA SANTINI

¿Cómo puede decir eso?

Literalmente yo estoy viva por la ayuda de Lourdes.

¡Gracias a ella y quiera que no a la ayuda de Josh estoy aquí!

A pesar de lo que él y Javier me hicieron yo tengo mucho que ver con ellos, en especial tengo que ver con Carlos.

—Definitivamente tú no sabes todo lo que ellos nos ayudaron a nosotras, mientras tú llenabas de lujos a otra mujer a otra hija. —lo miraba fijamente—, pasamos hambre, pasamos frío, pasamos muchas penas y tú brillaste por tu ausencia.

—Y créeme que no lo quise.

—Tú los has dicho, cuando me viste en mi inminente aborto me viste y supiste que era tu hija. Sí no me hubiera cruzado en tu vida hubieras seguido feliz. —Él guarda silencio—, si de mí dependiera también el manejo del tiempo yo decidiría vivir todo de nuevo, porque si no lo hubiera vivido aún fuera fácil de manejar, yo no le hubiera dado la vida a Sebastián y lo más importante no hubiera conocido al amor de mi vida.

—¡ESTÁS HABLANDO ESTUPIDECES!

—¡A MI NO ME GRITAS!

—¡SOY TU PADRE!

Me levanté enojada del asiento, estaba sacando todo y no me sentía mejor.

—No lo eres, no lo eres, ¡No lo eres! —trataba de calmarme—. No eres mi padre y no hablo estupideces yo volvería a hacer todo lo pasado porque así no soy una idiota fácil de manejar.

—¿por qué no me dejas recompensar el tiempo perdido?

—No, no lo acepto. —Me sentí como un perro al que compraban—, mamá y yo no necesitamos tu dinero.

—¿El de los Cameron sí?

—¿Por qué tanto tu odio para ellos? —preguntaba ya cansada—, fui herida por ellos pero crecí psicológicamente ¿Sabes? Lo más importante para mí fue que no deje de comer por ellos y a mamá.

—Yo puedo darte dinero...

—Tengo el mío, gracias.

Me dirigí a la puerta.

—Perdóname.

Sentí dolor, tristeza y sobre todo decepción por esas palabras dichas por él.

No respondí.

—Hija...

—Como ya dije tú y tu familia están invitados, adiós doctor Harris.

Salí de la habitación con la frente en alto, debía entregar la invitación al doctor Garrido pero con el maquillaje corrido no creo que sea buena idea.

Corrí hasta donde estaba Carlos y lo abracé lo más que pude.

—¿Estás bien amor?

—Sí, solo quiero irme —hablé bajito—, no puedo entregarle así la invitación al doctor Garrido.

—Entiendo amor —Carlos pasaba su mano por mi cabello—, vamos a tomar un café, limpias tu rostro y venimos mañana.

Asentí aliviada ante su propuesta.

NARRADOR

La sorpresa de tener a su hija frente a él con actitud y seguridad le dejo un sabor agridulce a Harold.

Salir de su oficina para querer volver hablar se vio opacada por el simple hecho de ver a Carlos abrazando a Fernanda caminando para la salida fue lo que lo freno, sabía de sobra que él volvería a protegerla.

¿Cuánto tardas en arrepentirte?

¿A qué hora de tu vida miras tus errores?

La vida es una ruleta constantemente en movimiento, hoy estas en un lado y mañana en otro.

Hoy estas en la cima y mañana puedes estar en el puesto más miserable.

Harold supo eso en cuanto vio partir a su hija y buscando tranquilidad lo que encontró fue una soledad que le hablaba de lo cruel que podía ser su amiga la vida.

—¿Cómo es que no me sorprende?

Samuel Garrido estaba frente a él con semblante serio en el marco de la puerta. Había escuchado todo ya que la oficina de él estaba a la par de la de Harris.

Le dolió profundamente el corazón al saber que su colega y amigo por años haya provocado esa vida tan fatídica a la joven que se robó su cariño al verla bajar de la ambulancia aquella noche en la que su vida se apagaba.

—Pensé que ella había abortado, no me preocupé.

—¿Abortar? —lo vio indignado—, Siendo doctor el cual tu objetivo es salvar vidas ¿Crees que abortar esta en tu vocabulario?

—Cuando era joven eso si estaba en mi vocabulario.

Garrido solo se lamentó por la respuesta de su amigo.

—¿Crees qué me perdone algún día?

—No podría decirtelo —lo miraba neutro—, pueda que sí y pueda que no, Harold, la vida sin un padre puede ser mala y ella lo vivió.

(…)

La mañana siguiente todo en el hospital marchaba bien, las nuevas instalaciones funcionaban en óptimas condiciones y los pacientes mejoraban. Samuel Garrido como siempre ayudando a cualquiera que lo necesitará con su espíritu noble y lleno de paz.

—¿No necesita un descanso?

Garrido se volteó sonriendo por el tono de voz que reconocía desde hace años.

Nora la hija de Harold estaba frente a él con un sobre de boda.
Algo le decía que Harold no lo estaba pasando bien.

Vientre en Alquiler #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora