Capítulo 32.

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Camino de la mano de Theo mientras miradas desconcertadas son dirigidas hacia nosotros, mientras siento una extraña combinación de temor y alegría. Nos sentamos en una banca en una pequeña plaza que parece estar oculta ante la vista de los demás.

– Es lindo el lugar, ¿No? – Suelta Theo intentando avivar la conversación.

– Es lindo – Digo un poco seco.

– ¿Qué tienes? – Me pregunta tomando mi barbilla y juntando mi frente con la suya.

– No tengo nada – Suelto lo más sincero posible.

– Está bien –

Veo como las comisuras de sus labios se levantan y se acerca para darme un beso. Lo acepto mientras tomo su mano con fuerza, siento su mano deslizarse por mi espalda hasta detenerse en el borde de mi pantalón y su mano regresa a mi cintura y me acerca más a su ser, mientras siento que la angustia que sentía hace tan sólo unos instantes se desvanece lentamente.

Su cuerpo es retirado lentamente y me encuentro con su rostro, iluminado por la luz que apareció casi de la nada ilumina su silueta, toma mis manos encerrándolas entre las suya y con una sonrisa parece esbozarme una gran paz interior.

– Algo que se me olvido decirte en el café es que... – Reclina su cabeza sin perder el contacto visual – En ese departamento, en ese trabajo, y en futuro que estoy planeando es que quiero que estés tú, quiero que cada día que despierte te vea durmiendo a mi lado, salir de la casa con la alegría de que regresare y me recibirás con un gran amor – Suelta una mano, toma mis piernas y las coloca sobre las suyas – No me quiero separar de ti, ya sé que apenas cumplimos una semana, y que casi aun somos desconocidos, pero veo nuestro futuro tan dispuesto, como si pudiera verlo a través de tus ojos – Me acaricia la mejilla – Esos ojos con los que extrañe en mi corta ausencia, esos ojos con los que he soñado – Acerca nuestros frentes y se forma un silencio, un silencio que no es para nada incómodo.

Siento que no son necesarias las palabras, acaricio su brazo hasta encontrarme con la palma de su mano y la aprieto con fuerza. Una leve brisa pasa rozándome la mejilla y me hace temblar un poco, Theo sonríe decididamente y se levanta, me toma de la mano y empieza a caminar, esta vez sin un sentimiento de temor o algo parecido mantengo el paso que el mantiene.

Pasamos junto a la iglesia y doblamos la esquina a la izquierda y me dirige al local de su familia, saca un pequeño manojo de llaves y después de cinco minutos da con la llave correcta y al entrar veo que el lugar por dentro no ha cambiado casi nada. Las paredes están pintadas de un verde pastel, no recuerdo si ese era el color anterior, el contorno de las ventanas, aun selladas, es de un color amarillo y hay un gran mostrador de madera, no hay tantas cajas como otras veces.

Me lleva a las escaleras y abre la trampilla en el techo y me encuentro casi de frente con sus instrumentos, aunque las cajas que había abajo ahora se encuentran arriba, aun así, el lugar no se ve tan apretado.

– Ya extrañaba este lugar – Dice Theo extendiendo los brazos y dando una vuelta en medio del lugar –

– Igual yo – Digo en un susurro.

Veo como se precipita hacía el piano y empieza a tocar varias notas al azar mientras yo me acerco a una ventana que da a la parte de afuera de la calle; empiezo a acariciar la pared recordando o sucedido aquí hace menos de una semana, miro por la ventana y veo como unos pocos rayos del sol atraviesan las espesas nubes que amenazan con una lluvia invernal.

Siento de repente unas manos cerrándose entorno a mi cintura.

– ¿Recuerdas? – Dice con una dulce voz en mi oído – Aquí fue donde nos besamos por primera vez –

Sólo Una Oportunidad. [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora