Epilogo.

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Ya han pasado dos semanas desde que sus ojos cafés me miraran por última vez, y durante la primera semana recibí mensajes y llamadas de su parte, pero la última semana no he recibido nada, ni siquiera un mensaje de las redes sociales, como si se hubiera olvidado de mi por completo.

Hoy es mi primer día de clases, comienzo otro semestre con un sentimiento agridulce en el estómago.

Mi autobús vuelve a ser el mismo de todos los días, el número veintitrés, vuelve a pasar a la misma hora, las seis quince de la mañana, me siento en el mismo asiento de antes, el último de la fila de la izquierda junto a la ventana, vuelve a pasar por las mismas calles, y tarda lo mismo, otra vez los cuarenta y cinco minutos en llegar a mi destino, las personas vuelven a ser rostros conocidos mediante los veo detenidamente. Aunque en esta ocasión en la parada número cinco no veo una cabellera castaña con ligeros rayos rubios, sus pómulos marcados y las marcas al lado de los labios que aparentaban ser arrugas pero que le daban cierta belleza, sus ojos cafés color miel que se encontraban con los míos, la primera que me vieron me derretí, y ahora me quedo con la frialdad del ambiente.

Por impulso abro mi mochila y abro el cierre de atrás, rebusco entre todas mis cosas mi libreta, la saco y la empiezo a hojear, encuentro las notas que escribí cuando lo conocí, y cuando me fui enamorando de él, las hojas pasan rápido y me encuentro con una cosa que me hace doler en lo más profundo, el dibujo que hice de él, acaricio lentamente este, como si de repente esos ojos en lápiz pudieran convertirse en sus ojos color miel.

Siento una punzada en el pecho al momento que varias personas suben, pero no la que esperaba, me tapo la boca con la mano ahogando los sollozos, mientras las lágrimas salen a todo lo que pueden.

Miro a la libreta mientras mis lágrimas caen a esta, recordando a esa persona a la que le entregue mi amor, a la que le entregue todo mi ser, el que convirtió mi vida en un romance.

A la única persona que le di una oportunidad y que la supo aprovechar.

– Lo extraño... – Digo mientras miro por la ventana acariciando el collar de planeta delicadamente, como si lo que acariciara fueran sus manos, intentando evocar el recuerdo de estas, de su respiración en combinación con la mía, sus labios cerca de los míos, y su sonrisa, que me hacía pensar en que el futuro nos mostraba muchas oportunidades.

Sin duda... Perdí algo...

Sólo Una Oportunidad. [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora