Su personalidad no tenía límites en la depresión, su mundo se venía abajo con cada día que pasaba... Sólo quedaba esperar a que un día todo eso acabara... O que alguien más llegara a su vida a salvarla.
***
-Sólo quería mantenerte feliz todo lo pos...
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Caminé sin prisa hasta la vieja estación de tren, parecía un zombie vestido de negro y no dejaba de llorar.
Bajé la mirada y toqué el hombro de Frank, él inmediatamente volteó y al reconocerme no dudó un segundo en abrazarme... Realmente lo necesitaba ahora.
—¿Qué diablos te pasó? Te ves terrible, mucho peor que la última vez —dijo levantándome el rostro.
No podía evitar llorar, no podía esconder el dolor que sentía. Me tomó de la mano y ambos nos sentamos en el suelo recargados en la pared de la estación.
—¿Viste al tipo que te tiene así desde que te conocí? —preguntó enojado y yo me mantuve callada—. ¿Él te hizo esto?, dime ahora quién es para ir a golpearlo y...
—No, él sólo... Tomó una decisión —susurré volviendo a sollozar.
Él frunció el ceño y suspiró.
—Te dejó, definitivamente —aclaró para él mismo sin mirarme.
Vuelvo a llorar y me escondo entre sus brazos. Me siento tan patética, llorando por alguien, sufriendo por algo estúpido e irreal. Lo cierto es que nunca me había sentido así, nunca sentí amor verdadero con nadie más y nunca sufrí por un desamor.
—Vamos, tienes que superarlo y yo sé cómo hacer eso —dijo animosamente.
—¿Qué se supone que haga ahora?
—Puedes ir con nosotros al campamento a las afueras de la ciudad —explicó con una gran sonrisa.
—¿Campamento? Frank, la verdad es que me encantaría pero tengo escuela y mis notas ahora son las peores de todo el curso —contesté desanimada.
—No te preocupes por eso, yo arreglaré ese problema —dijo y ambos nos levantamos.
Limpié mis lágrimas y lo miré confundida.
—Te dije que no te preocuparas por eso —volvió a sonreír y ambos comenzamos a caminar hacia las casas.
(...)
—¿Tienes todo? —preguntó un poco alterado.
Reí, parecía tan preocupado que la situación generaba risa.
—No te rías, no pude dormir por resolver tu asunto —dijo metiendo algunas camisas a la maleta.
—No sé lo que hiciste pero... gracias —susurré agradecida.
