Su personalidad no tenía límites en la depresión, su mundo se venía abajo con cada día que pasaba... Sólo quedaba esperar a que un día todo eso acabara... O que alguien más llegara a su vida a salvarla.
***
-Sólo quería mantenerte feliz todo lo pos...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cerré los ojos esperando lo que era imposible evitar, pero increíblemente Gerard apareció, molesto, claramente.
—¡¿Qué diablos estás haciendo, imbécil?! —gritó enojado y me separó de Frank.
—Déjanos en paz, no tienes derecho a adueñarte de ella, tú no la mereces —contestó Frank poniéndose enfrente de mí y retándolo.
—No sabes de lo que hablas, sólo eres un idiota “chico malo” que trata de jugar con ella. Sólo alguien maduro como yo puede cuidar de ella y protegerla, tú no.
Ambos estaban dispuestos a pelear así que me puse entre ellos.
—¡Por favor! ¡Ambos son estúpidamente inmaduros ahora mismo! —grité, aunque ni caso me hicieron.
—Mira quién lo dice, el idiota que la dejó llorando toda la noche. ¿Acaso no sabes? Lucy nunca estuvo enferma, tú la dejaste tan mal que yo tuve que llevármela lejos para que pudiera volver a sonreír... Fuimos tan felices durmiendo juntos —dijo Frank y me hizo a un lado como si fuera de papel.
—¡Eres un maldito! —gritó Gerard y se le saltó encima.
Frank lo lanzó al suelo pero Gerard rápidamente se levantó y le lanzó un golpe que fue directamente a su mandíbula. ¡Por dios! En este momento me sentía la persona más incompetente del mundo.
Veo cómo Frank responde y le da un golpe bajo que deja a Gerard sin alientos, aunque trata de no inmutarse. Comienzo a gritar ayuda a quien sea para que venga a separarlos.
—¡Gerard, por favor! ¡Frank, ya! —era inútil.
Frank volvió a tirar a Gerard al suelo pero él desde el suelo lo hizo caer y se le subió encima para comenzar a golpearlo sin parar. Escuché cómo alguien corría hacia nosotros pero yo estaba tratando de alejar a Gerard de Frank como fuera posible. Levanté la mirada y vi al director a unos pasos de mí, muy molesto. Así que mientras dos maestros tomaban a Gerard de ambos brazos, el director y otro maestro trataban de mantener quieto a Frank.
—¡¿Qué pasa aquí?! —exclamó el director con voz firme—. Profesor Way... ¡¿Qué demonios estaba haciendo?!
Gerard no podía ni pestañear por estar viendo a Frank con todo el odio posible.
—¿Señorita Anderson? ¿Podría usted explicarme qué sucede aquí? —preguntó dirigiéndose a mí pero yo me quedé sin habla.
¿Qué le diría? ¿Que se pelean por mí? Ni en sueños.
—¡Ese estúpido empezó! —gritó Gerard con odio y casi querían volver a golpearse.
Miré a Gerard y noté que tenía una ceja rota y la nariz le sangraba. Frank por otra parte sólo parecía tener un labio roto. Me acerqué a Gerard y toqué su ceja, él gruñó y se alejó de mí. Ambos maestros lo soltaron, al igual que a Frank, y me acerqué a Gerard.
